La instalación de un núcleo habitado por parte de un grupo social ha buscado, desde época histórica, aquellos lugares que permitieran abastecerse fácilmente de víveres y de agua, y que fueran, además, lugares seguros frente a las amenazas externas. Pero en ocasiones no se caía en la cuenta de que esas amenazas podían ser, junto al miedo al enemigo o invasor, elementos del medio natural causantes de peligrosidad sísmica o climática o de insalubridad ambiental. Ejemplos de esto último hay numerosos y diversos en el Viejo Mundo; pero también en el Nuevo. Alain Musset, director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Francia, ha publicado un ensayo minucioso sobre la ubicación de las ciudades en el Nuevo Mundo, tras la conquista y colonización española, presentando las teorías y prácticas del urbanismo llevado a cabo en aquellas tierras. En su ensayo hay un detallado estudio de casos de creación o traslado de núcleos urbanos en los territorios hispanoamericanos.

Esos traslados, ese proceso nómada de planificación urbana, se debían en algunos casos a la existencia de volcanes próximos que en ocasiones despertaban, de destrucciones causadas por violentos movimientos sísmicos o por huracanes. Y también por la presencia de aguas estancadas en lagunas próximas, pasto propicio de mosquitos portadores de enfermedad. Ciudades nómadas del Nuevo Mundo es un libro innovador por el enfoque moderno de abordar una cuestión ancestral: la necesidad de vivienda, de habitación, del ser humano.

No faltan ejemplos en nuestro litoral mediterráneo de ciudades y pueblos nómadas, a causa de terremotos o inundaciones. Y hasta 1982, tras la «pantanada de Tous», encontramos esta realidad. Y quien sabe si en el futuro no habrá nuevas ciudades nómadas, porque peligros naturales seguirán ocurriendo. Y los seguiremos padeciendo.