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Víctima de la mayor injusticia

La senadora Rita Barberá ofreció ayer un recital autoexculpatorio al más viejo estilo de la política española, en un tono victimista, que, sin embargo, rehuyó el fondo del debate suscitado en torno a su figura: el de la responsabilidad política por la trama presuntamente delictiva organizada en el seno de su antiguo grupo municipal y de su partido, en opinión de un juez. Esa y no otra es la acusación contra ella. Nadie la responsabiliza, por ahora, de haber cometido delito alguno, aunque el inicio de los trámites para solicitar el suplicatorio al Senado no pinta bien para ella.

Recurriendo al más típico manual de la vieja política „es decir, la de siempre„ la exalcaldesa proclamó su honradez, puso en marcha el ventilador para remontarse hasta los GAL (!) y con especial acritud contra Ciudadanos, y se negó a dimitir mientras no sepa de qué le acusa la justicia. Y aún así, ya se verá.

Rabiosa como una fiera herida, bajo una apariencia de tranquilidad lanzó uno tras otro mensajes llenos de rencor a propios y extraños. Completamente ajena a los nuevos tiempos políticos que corren enhebró un discurso incoherente „por la mezcla de argumentos dispares entre sí„ en el que incluso llegó a mentar a los padres, se supone que en un fútil intento de dar lástima como víctima de la mayor injusticia del mundo.

Pero dejó sin explicar cómo había sido posible que bajo su mandato se cometieran las tropelías que investiga la justicia sin que ella las conociera. El auténtico quid de la cuestión. Y para remate, el mensaje interno hacia los suyos fue un auténtico torpedo contra aquellos dirigentes que se están bregando para intentar limpiar la imagen del partido y reconstituir la organización, con Isabel Bonig en primera línea de fuego.

La comparecencia que todo el mundo esperaba resultó ser la de una auténtica bestia política acorralada por los acontecimientos y dispuesta a morir matando antes que reconocer la más mínima cuota de responsabilidad. Viejos modales para nuevos tiempos.

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