Hay verbos que tienen mucha dificultad de conjugarse en nuestro país. Uno es dimitir; otro, pactar. Desde los pactos de la Moncloa, pocas veces se han realizado pactos de gran envergadura, es decir, entre posiciones políticas divergentes. Se podría decir que sí se han producido en ayuntamientos y comunidades autónomas, pero se han hecho a menudo con partidos que han estado en espectros ideológicos cercanos. Por ello, creo que es bueno el pacto realizado entre PSOE y Ciudadanos, incluso sin estar de acuerdo con muchos puntos. Porque con los resultados electorales en la mano, ningún partido puede mantenerse en una pureza de ideas y de planteamientos.

Precisamente, la nueva política, como planteaba Podemos, buscaba unos estadios diferentes a los tradicionales de izquierda y derecha, para defender que lo importante no eran las antiguas etiquetas, sino las políticas sociales. Y, paradójicamente, estos días es Pablo Iglesias quien esgrime más la separación tajante entre derecha e izquierda. En el fondo, los partidos son productos de la cultura de nuestro país, en los que siguen dominando los debates políticos en los que predominan los esquematismos y una crispación que hace arduo el diálogo. Difícilmente, de manera cotidiana, se discuten ideas políticas. Y este es el problema: no son solo los políticos los que crean divisiones irreconciliables, sino también los votantes alentados por dicha cultura política. Y como los políticos se han acostumbrado a que todos los días sean electorales, sus estrategias les impiden los acuerdos.

El caso es que no es el momento de políticos serviles de las encuestas, y sí de líderes de verdad que convenzan a sus militantes y votantes de la necesidad de ceder para lograr pactos. Es el esfuerzo que están haciendo tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera, y eso lo digo con la sospecha de que ambos no tenían otro camino, ya que se veían perdedores en unas nuevas elecciones. Sea como fuera, Podemos debe volver a sentarse para dialogar, entre otras cosas, porque además de lo dicho sobre la pureza de los programas, lo que significa esta legislatura es un recambio político al PP; un recambio necesario para romper con la etapa de injustos recortes, de corrupciones insoportables, de leyes infumables y de una política alentadora de la independencia de Cataluña. Ese es el mínimo común de buena parte de los partidos: adecentar la política y pasar de la vieja a la nueva política como algunos nos habían prometido.