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Cuestión de papel

En una de sus sabatinas intempestivas, Gregorio Morán decía que el fallecido Umberto Eco se construyó una carrera de intelectual y escritor (en mi opinión más de lo primero que de lo segundo), una carrera que incluía superventas como «El nombre de la rosa», sin premios literarios. En efecto, eso suena a inconcebible en un mundo que, en vez de tratar de beberse los mejores vinos que uno pueda conseguir, está pendiente de los que se bebe Robert Parker. Pues el señor Eco (un nombre muy periodístico) dijo aquí en Valencia, en la Lonja, me parece, que si todos los chinos, adoptan el papel higiénico, arrasarán los bosques del planeta.

Cuestión de papel. Puede que algún día no quede un solo periódico de papel, pero entonces, lo mismo que ahora, lo difícil no será conseguir la tecnología apropiada (los trastos siempre se amontonan, es su vocación), sino respetar los hechos, liberar las opiniones, cultivar la belleza y las distracciones, examinar la acción política. No soy nada partidario de condenas simbólicas como la de persona non grata, pero cuando averiguas que se la endosaron a Rajoy por extender sesenta años -no sé si duraremos tanto, como civilización o lo que fuera que seamos- la concesión a una papelera que envenena la ría, piensas: traidor, el marisco es mi patria. Yo he visto una papelera en Alzira, junto al río Verd y les puedo asegurar que cubre los ribazos y el cauce de pasta de papel como un antiguo ninot de falla. No quedan ni mosquitos.

En la próxima lucha contra lo insostenible, quizás cosechemos otra estupenda derrota pues, como decía Borges, un hidalgo sólo defiende causas perdidas, pero qué carajo, de algo hay que morirse y la última vez -hacia 1975- fuimos los macarras de la Bony de Torrent los que salvamos al mundo. No confíen demasiado en ellos, la mayoría están enterrados o en la manicura. Veo a Donald Trump (que es como Rita pero con reactor, qué peligro) y pienso que el horror no son las abominaciones que suelta, sino las que se calla. Los bárbaros. El que quede vivo que coja el mazo de folios, se retire al convento o la cloaca y que se ponga a traducir a Platón.

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