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Mochileras, solas y culpables

Los chicos jóvenes se van de viaje. Cogen sus mochilas y se van a recorrer el país como hacen millones de personas constantemente. Uno o varios asesinos acaban con sus vidas (y, por ende, con las de sus familias) por motivos que sólo ellos conocen y de los que sólo ellos son los únicos culpables. Hasta ahí estaríamos hablando de un suceso horrible donde, si se hubiera producido, se abordarían mil y una hipótesis pero nunca el hecho de que fueran «solos» (entrecomillo solos porque estaban los dos, por tanto no estaban «solos»).

Hace pocos días, eran dos chicas argentinas las que sí perdían la vida violentamente a manos de unos desconocidos en Ecuador generando un debate social urgente, necesario y vital sobre la creciente violencia contra la mujer al poner el foco en ellas „porque viajaban «solas»„ y no en sus asesinos. Es un debate que se ha suscitado a raiz del tratamiento informativo de los medios latinamericanos pero, con sinceridad y con el dolor que genera una autocrítica sincera, también a nosotros como personas y como periodistas se nos va demasiado a menudo por el inconsciente.

Las mujeres, como los hombres, tenemos derecho a viajar, caminar, bailar y experimentar todo lo que deseemos solas o en compañía, seguras y a salvo, como los hombres, vistamos como vistamos, sea la hora que sea, vayamos a donde vayamos y cómo lo hagamos. Y eso, no pasa. No pasa porque en más de la mitad de los países del mundo se continua tratando a la mujer como un ser humano de segunda con una extrema violencia física que incluye asesinatos y violaciones diarios. Y no pasa tampoco porque, en algunos casos muy civilizadamente y con un lenguaje extremadamente sutil, continua culpabilizándose a la víctima de lo que le ocurre: «es que no denunció a su agresor o quitó la denuncia», es que fue sola a un lugar peligroso; es que se vistió de tal manera o de otra o simplemente «chica, es que a quien se le ocurre plantarle cara, intentar defenderte o decir no con el carácter que tiene. Si ya sabes que no le gusta/ como se pone/para qué provocarle-los». En fin, a saber lo qué buscaban...

Porque un hombre que viaja solo es un aventurero; una mujer, alguien raro. En este indignante caso además, no estaban «solas», al revés, iban juntas, acompañadas la una de la otra. En una de las reflexionen que circulan estos días a raíz del asesinato podíamos leer: «¿Solas de qué? ¿Falta de quién? Eran dos. Pero como nacieron mujeres, ser dos no les alcanzó. Para no ser «solas», algo les faltaba... Adivinen qué». Pues eso.

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