Que somos un país con poca cultura de pacto a la hora de formar gobiernos, es algo que ya sabíamos. Que la clase política actual no iba a ser capaz de estar a la altura de las circunstancias, nos lo podíamos imaginar. Es la consecuencia de un sistema electoral que favorece el bipartidismo, aunque sea imperfecto.

Sin embargo, no deja de ser decepcionante el escenario político que vivimos tras las pasadas elecciones. En el PSOE de Pedro Sánchez intentan sobrevivir para evitar que les muevan la silla desde el sur, tanto a él como a su entorno. Albert Rivera enarbola la bandera de una nueva derecha con la que seguir pescando en el caladero del PP. Todo ello, sin hablar del ridículo que, ambos están haciendo, a cuenta de las discrepancias en relación a lo que dicen haber firmado. En fin, cosas de la nueva política.

Pablo Iglesias dificulta un posible pacto con el PSOE, seguramente, con la intención de verle naufragar en las aguas de las políticas neoliberales en las que, de momento, nada junto a Ciudadanos. Al fin y al cabo, de ahí se alimenta Podemos. Mariano Rajoy, ajeno a la corrupción que asedia a su partido, se mantiene inmóvil, mientras gana tiempo pensando que, el fracaso del resto será su éxito.

Y así, todos dicen querer pactar, pero nadie pacta enserio. Ojalá volviera la vieja política. Aquella que, en 1978, fue capaz de sentar en la misma mesa a todas las sensibilidades y llegar a un gran acuerdo fruto del proceso constituyente. Pero eran otros tiempos. Los intereses del país y de los ciudadanos estaban por encima de los partidos. Aquello, sí que era política. Lo de hoy es otra cosa. Hoy no sabemos pactar.