Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La Eurocopa, en lontananza

Una de las principales críticas que se le hacen a Mariano Rajoy es su desidia y pasotismo para con la mayoría de los asuntos que le conciernen: arreglar problemas, adoptar medidas, tomar decisiones, gestionar el país, en suma, es algo que Rajoy hace como con desgana y por obligación. Y, si puede no hacerlo y dejar que las cosas se solucionen solas (lo que se conoce como «hacer un Rajoy»), mucho mejor.

Sin embargo, hay un aspecto de la vida y de la actualidad en el que nadie puede acusar al presidente del Gobierno, ahora en funciones, de falta de ímpetu y actividad: ese ámbito particular, tan caro a Rajoy, es el deporte. Cuando el asunto versa sobre cuestiones deportivas, Rajoy se transmuta y se vuelve (para lo que es Rajoy, entendámonos) hiperactivo.

Recuerden su ya mítica aparición, al inicio de la campaña electoral, en el programa Tiempo de Juego, de la cadena Cope, como comentarista. O fíjense en el entusiasmo con el que Rajoy recibe a todo tipo de deportistas para otorgarles premios o felicitarles (actividad que, de hecho, es probablemente la que ocupe más espacio en su cuenta de Twitter). Y, por supuesto, la evidencia de que Rajoy dedica todo el tiempo libre que le dejan sus obligaciones en consumir espectáculos deportivos, particularmente fútbol y ciclismo.

Pues bien, hecho este preámbulo, ya podemos concluir que Rajoy ha conseguido uno de sus principales objetivos para 2016: pase lo que pase, parece muy claro que él seguirá siendo el presidente del Gobierno cuando se celebre la próxima Eurocopa de fútbol, en el mes de junio. Porque el fracaso de Pedro Sánchez en la investidura, no por esperado menos estrepitoso, confiere ese margen a Rajoy para estar un par de meses más, quién sabe si cuatro meses más, en funciones.

Nadie, absolutamente nadie, votó a favor del pacto PSOE-Ciudadanos. Los apoyos (políticos y mediáticos) de estos dos partidos, que son importantes, llevan semanas desplegando la especie de que hay una «pinza» de PP y Podemos contra ellos (al modo de la que supuestamente organizaron Anguita y Aznar contra Felipe González en 1993-1996).

Pero esta pinza tiene tanta razón de ser (ninguna) como la anterior: PP y Podemos votaron en contra del pacto no sólo porque representan otras opciones políticas y otros intereses, algo perfectamente legítimo; sino porque en ningún momento se pensó en este pacto para integrar a Podemos, por un lado (de hecho, se organizó una «negociación-paripé» con Podemos mientras que, en paralelo, el PSOE cerraba los flecos con Ciudadanos); y, por otro, no parece muy normal que el PP apoyase un pacto cuyo principal beneficiario -el PSOE- se había desgañitado durante meses para negar cualquier forma de Gran Coalición con el PP.

Por supuesto, es muy legítimo que el PSOE escoja sus socios y su programa de Gobierno. Pero luego no puede pretender que los despechados le apoyen. Si el PSOE no votaría al PP en ninguna circunstancia, y no tiene ningún interés en pactar con Podemos, se me escapa el argumento en virtud del cual estos partidos deberían darle al PSOE sus votos (o su abstención).

De manera que, dos meses después, estamos donde estábamos, o peor: Sánchez parece casi desacreditado como candidato en el actual Congreso de los Diputados, una vez ha fracasado (y con tanta claridad) en su primer intento. Rajoy lo está por incomparecencia. Corre el riesgo de que, al final, en el PP, presa de un ataque de pánico por la pérdida de todo el poder y de las presiones (que no serán pequeñas) de determinadas élites (verbi gratia: el IBEX y Felipe VI), se busque algún tipo de pacto con Ciudadanos y el PSOE con un candidato distinto (algo hoy por hoy improbable, pero que con el tiempo quizás se acabe sustanciando). También podría pasar que Podemos dé su brazo a torcer y permita un Gobierno PSOE-Ciudadanos en un nuevo envite.

Pero, por el momento, la estrategia de Rajoy, su «Rajoyismo» impenitente, le mantiene al frente del PP durante más y más tiempo, a la espera de que los demás se cansen€ de esperar. El tiempo sigue corriendo, y en el horizonte a Rajoy le esperan una Eurocopa, el Tour de Francia y los Juegos Olímpicos. Se juega demasiado en este envite como para dejarse La Moncloa así como así.

Compartir el artículo

stats