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Pasión-país

Ne pongo a pensar cómo denominar un sentimiento advertido estos días, y me sale «misarquía» (odio al poder), aunque resulta que ya estaba inventado, y por Nietzsche nada menos. Haciendo un somero barrido por los opinantes mediáticos sobre la investidura fallida (una vieja costumbre, otear la realidad a través del espejo), queda uno salpicado de bilis, a diestra y a siniestra. Peor aún, es ácido corrosivo el que se lanza, de lado y lado, contra Rajoy, contra Iglesias, contra Sánchez y hasta contra esa alma pura que es Rivera. A unos al menos se les ve la oreja en filias y fobias, pero no falta quien derrama su cáustico desprecio, de forma equitativa, sobre todos. Como, por esfuerzos que hago para ponerme a tono, creo que han defendido sus posturas respectivas con solvencia, de fondo y de forma, no veo la razón para tanto vitriolo, y es cuando me ha llegado la palabra misarquía.

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