Argumenté en Levante-EMV (31/12/2015), que el concepto «repetición de elecciones» es filosóficamente erróneo y, por tanto, una opción que las leyes no deberían contemplar. Además, los cálculos y especulaciones a propósito de una repetición, salpican y obstaculizan las negociaciones. Lo que está sucediendo es lo esperable con ciertos actores que no parecen aportar nuevas maneras a la política „más allá de lo anecdótico y superficial„ y en cuyo comportamiento pesa excesivamente el supuesto efecto sobre las posibles nuevas elecciones de la imagen que cada uno se forje en este periodo de pactos.

Los tradicionales modos de los actores del pacto a dos fueron trazados en el primer debate por un bregado Mariano Rajoy, conocedor de estrategias, engaños, disimulos, enmascaramientos, ataques y contrataques, propios de la política de siempre, que no parece renovarse. Existe un patente desajuste entre los que se dice: buscar un acuerdo a más de dos; y lo que se hace: un solemne acuerdo privado a dos, solicitando adhesión o consentimiento del tercero. El ruido es mayor cuando hay varios terceros, entre quienes los actores del acuerdo difieren en preferencia. De ahí lo absurdo de escuchar a Pedro Sánchez desdeñar al otro escogido por Albert Rivera y a éste desconsiderar al otro preferido por el primero.

Aunque apelen a la primacía de solucionar los problemas de la gente „unos con mayor sinceridad, otros con descarada demagogia„ hasta ahora la prioridad parece ser el futuro de la propia formación o el futuro personal. Si el PSOE pretende un pacto con las izquierdas y C´s, es razonable su derecho a explorarlo como fuerza mayoritaria en tal acuerdo. Pero Sánchez debe convocar a todas las fuerzas al mismo tiempo (así se gestó el pacto a tres del Botànic, ejemplar en las formas) iniciando un nuevo proceso en el que todos los actores perciban, cada uno con su representación, un mismo trato.

Ningún actor convocado debería rechazar el llamamiento a priori. La negociación en común concretaría nudos y escollos, y las posibilidades de sortearlos. Los eventuales abandonos se materializarían en asuntos precisos, tratados y discutidos en común. Evitar reuniones bilaterales y acuerdos a dos, fuera de la mesa común, es primordial para crear una atmósfera de cierta confianza y positividad, algo que no parece ser un objetivo. Tras el primer fracaso, la negativa del PSOE y C´s a empezar de cero, alrededor de un folio en blanco, no hace más que perpetuar la política de siempre.

También es política de siempre la estrategia de culpabilizar a los otros del fracaso, incluyendo el tosco e incorrecto argumento de la coincidencia del voto. Tras los primeros debates, algunas voces „Mónica Oltra entre ellas„ dibujan una combinación, escamoteada en sede parlamentaria, y que desmiente la afirmación que usó Sánchez para rechazar el pacto de las izquierdas, a saber: que descansaría sobre partidos independentistas. No necesariamente, bastaría la abstención de C´s (40) en segunda votación para una mayoría simple del pacto de izquierdas (161) frente al no de todos los demás, incluidos los independentistas (149). Bastaría con que Rivera se aplicase a sí mismo su discurso del viernes 4 en el que pedía la abstención de aquellos que, según él, se niegan a construir. ¿Lo haría?