Llegado el momento del cambio, no cabe tratar con desdén a quienes están dispuestos a emprenderlo, sino hacerlos partícipes y alejar la desconfianza. Hace unos días, Tom Burns Marañón, en la conferencia que impartió en el Club de Encuentro Manuel Broseta, nos recordó el poema de Yeats, La segunda venida: «Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores están llenos de apasionada intensidad», actitudes ambas a superar. Las opciones de cambio son plurales y matizables, pero tras las pasadas elecciones generales ha llegado al momento de comprobar si podemos pasar de la prédica a la práctica, de si estamos dispuestos a comprometernos.

En Valencia, que ahora se pone de ejemplo por doquier, tampoco resultó sencillo el pacto del Botànic, pero se hizo. Y, en su momento, el 8 de febrero, publiqué en estas mismas páginas de Levante-EMV, unas notas sobre los pactos y el compromiso, en favor del entendimiento y la voluntad de cooperación. Pactando, o, mejor aún, comprometiéndose. Y aceptando democráticamente el resultado de esos pactos. Como sucede con el Govern presidido por Ximo Puig, que el presidente de las Corts, Enric Morera, ponderaba hace unos días en el Foro de Nueva Economía. Sin líneas rojas que impidan transitar, sino con manos tendidas que permitan avanzar ante la realidad social y territorial española.

Después de varios años tratando de aproximar posiciones entre opciones próximas, resulta hoy extraño oír hablar de líneas rojas entre quienes se dicen transversales, que resulta imposible sean traspasadas aun por quienes se muestran favorables al entendimiento. Las ideas no deben ser patrimonio de unos pocos iniciados, sino extensibles al conjunto de las fuerzas favorables al cambio. El acuerdo debe articularse en base a recoger las inquietudes de los ciudadanos en favor de una sociedad más justa, mediante la comparación sistemática de los programas que no ofrezcan diferencias insalvables.

Sólo una actitud que respete la identidad de cada una de las diferentes opciones podrá ser asumida por todos aquellos a quienes va dirigida, lo cual, al mismo tiempo, dará mayor consistencia al programa de gobierno. Nadie puede dudar del compromiso de cambio de aquel que quiera compartir un proyecto de regeneración, y menos aún se pueden adoptar actitudes que sólo vengan a enturbiar el acuerdo, pues si los términos del mismo resultaran inaceptables estaría de más proseguir en el intento. En cualquier caso, el éxito recaerá en aquellos que apuesten por el pacto pues sólo la constante revisión de los esquemas establecidos hace posible el avance social y, en este caso, el cambio compartido.