Cuando se acerca la Semana Santa siempre surgen dos dudas en multitud: qué tiempo hará y por qué cada año se celebra en fechas diferentes. La cuestión atmosférica es el mayor reto meteorológico del año, ya que la primavera es la estación más cambiante del año; el tiempo es tan variable que resulta difícil saber con más de uno o dos días de antelación si lloverá o no. En cambio, la segunda duda es mucho más sencilla de aclarar, a pesar de que los días de Semana Santa se calculan mediante un complejo proceso. No obstante, es bien sencilla la clave fundamental que explica por qué cada año cambia el calendario: lo que manda es la primera Luna llena de la primavera. El Domingo de Pascua (o de Resurrección) debe ser siempre el siguiente al primer plenilunio primaveral. Este año 2016, el equinoccio que marca el comienzo de la primavera boreal se produce el domingo 20 de marzo, y la primera Luna llena inmediatamente posterior cae el miércoles 23 de marzo, por lo que el Domingo de Pascua será el día 27. Esta regla impide que dicho domingo se pueda celebrar antes del 22 de marzo o después del 25 de abril. Asimismo, si el primer plenilunio primaveral ocurre un domingo, la Pascua de Resurrección no se celebra ese mismo día, sino que se aplaza al domingo siguiente. Las normas de este calendario se establecieron en el Concilio de Nicea, celebrado el año 325. Estas directrices explican por qué la mayoría de las veces vemos la Luna llena en plena Semana Santa, salvo cuando se da el caso antes mencionado de que el plenilunio coincida con un domingo. En este caso, al trasladarse la Pascua de Resurrección al siguiente domingo, éste coincidirá con el cuarto menguante.