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Julio Monreal

Fallas de la Humanidad: un título y un reto

Si todo sale como debe, este 2016 será un año con dos fiestas de Fallas: las que inundan ya calles y plazas en las que se ultiman los detalles de la «plantà» y otras en noviembre, cuando la Unesco apruebe su declaración como Patrimonio de la Humanidad.

Todos los actores implicados llevan años poniendo ladrillos para conseguir ese reconocimiento, que está tardando más de lo esperado. Expediente, promoción, ayudas, monumentos dedicados, «mascletades» especiales... Desde Levante-EMV también hemos querido sumar este año nuestro esfuerzo especial para la consecución de este título para la fiesta. El diario llevó a las Falleras Mayores de Valencia, Alicia y Sofía, a París, ciudad sede de la entidad que ha de aprobar la declaración, y plasmó su visita en un reportaje que ha servido de portada e hilo conductor del más completo Extra de Fallas, entregado ayer gratis a los lectores.

El programa de la Unesco que ha incluido a Valencia como punto clave en la denominada Ruta de la Seda ha de ser visto necesariamente como un buen prólogo para la decisión que se ha de tomar en la capital francesa a final de año por la vinculación entre el precioso paño y la fiesta, que lo luce en la ropa de las falleras. La rehabilitación del histórico edificio del Colegio del Arte Mayor de la Seda, despreciado por Generalitat y Ayuntamiento de Valencia durante años y felizmente rescatado por la Fundación Hortensia Herrero precisamente en este año singular, es otro hito que se sumará a la celebración. Por desgracia, el barrio de Velluters en el que durante siglos se concentraron los talleres que producían y trabajaban la seda, quedará también esta vez fuera de la fiesta, sumido en un mar de solares y deterioro como una isla de basura de plástico.

La declaración de las Fallas de Valencia y otros municipios que las celebran con los mismos cánones como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad es un reconocimiento que dará a la fiesta y a la ciudad una proyección internacional de primer orden, pero sobre todo debe ser planteada como un reto para las instituciones, las comisiones falleras y la sociedad valenciana en general.

El título obliga. El campeón siempre debe ser un ejemplo para los demás, y las Fallas tendrán que consolidar todo lo que las hace singulares y atractivas y habrán de minimizar o suprimir lo que puedan ser adherencias no deseables. Los monumentos, los espectáculos pirotécnicos, las calles iluminadas o las cabaltagas son los elementos bien definidos de lo que sucede por estos pagos en vísperas de la llegada de la primavera, pero no menos importante es fijar y proteger la estructura social que hace posible la fiesta josefina con su trabajo de todo el año, una potente y cohesionada red ciudadana que para sí quisiera cualquier organización.

El presidente de la Junta Central Fallera, Pere Fuset, dejaba caer hace días la posibilidad de convocar un congreso fallero en esta legislatura municipal. El momento puede ser idóneo. Después de un arranque tormentoso, más por impulsos políticos y mediáticos externos que por causas objetivas, la relación entre el nuevo gobierno municipal de Compromís, PSPV-PSOE y València en Comú y el mundo fallero se ha estabilizado. De hecho, la primera «Crida» de las Fallas del tripartito fue la más tranquila de los últimos años, con menos pitos que cuando Rita Barberá estaba en lo alto del catafalco. Pese a que algunos les pintaban y les pintan con cuernos, rabo y recorte de subvenciones, Fuset y su equipo han demostrado que son tan falleros o más que sus predecesores.

Sin embargo, la exigencia del inminente título de fiestas Patrimonio de la Humanidad plantea unos retos que no pueden quedarse en la belleza de los monumentos, la tela de los trajes de las falleras o el número de moños de su peinado. La fiesta ha de adquirir compromisos firmes en el campo de la sostenibilidad, por ejemplo. París prohibirá en 2020 la circulación de coches diesel para reducir la contaminación, y Valencia tendrá que hacer un esfuerzo de la mano de los artesanos falleros para reducir el impacto ambiental de su fiesta grande. En este sentido, cabe aplaudir el compromiso del ayuntamiento, que por segundo año consecutivo planta una falla oficial de vareta, un arte en peligro de extinción que debería ser la más común de las prácticas para que las fallas ardan y no se derritan por los productos químicos que contienen.

Otra de las asignaturas en las que es necesario subir nota ante el reto de la Unesco es la conciliación de usos del espacio urbano. La fiesta es muy grande, cada vez más, pero miles de personas abandonan cada año la ciudad porque no resisten su impacto. Tan numerosa diáspora es mala embajada para la presentación de credenciales, porque subraya los excesos en ruido, bloqueo viario, basura y vandalismo, la cara B de las Fallas. Un título mundial exige liderazgo, consenso, respeto, características que se dan en la Lonja, la Muixeranga, el arte rupestre mediterráneo y otras joyas que ya sedujeron a la Unesco. Y las Fallas sin duda aprovecharán la oportunidad de su reconocimiento para sentar las bases de una fiesta aún más grande y de todos los valencianos.

La Semana de Pasión se adelanta para el PP valenciano

El Partido Popular vivirá la semana entrante unos días cruciales. El juez que investiga el caso Taula levantará mañana lunes el secreto del sumario y con ello los dirigentes populares y todos los interesados podrán conocer qué hay tras las detenciones e imputaciones de cargos públicos y militantes. De los detalles de las diligencias judiciales, el equipo que dirige Isabel Bonig tendrá que extraer si exige la dimisión de la práctica totalidad de sus concejales y asesores en el Ayuntamiento de Valencia, investigados por supuesto blanqueo de dinero, o les permite mantener el cargo hasta que se les abra juicio oral, que es cuando los estatutos del partido sitúan el momento del expediente disciplinario, como recordó alto y claro Rita Barberá en su comparecencia explicativa. El asunto mantiene una brecha en la dirección de los populares.

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