En los últimos meses ha crecido la inquietud por la situación de las obras de lo que se conoce como Corredor Mediterráneo. Fuerzas vivas, medio muertas y muertas han dado la voz de alarma desde Valencia reclamando al gobierno de Madrid mayor diligencia, inversiones y plazos de ejecución, actitud ésta muy propia de la superficialidad que nos inunda a los valencianos y que no es nueva de ahora.

En 1988, el gobierno de Felipe González adjudicó el llamado contrato del siglo para la construcción del AVE Madrid Sevilla. Sin dejar perder la oportunidad, en 1989 el entonces presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, José Enrique Silla, escribía frases como las siguientes en el prólogo del Estudio sobre la viabilidad y conveniencia de la conexión de Valencia y Alicante en la red europea de alta velocidad: «La Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Valencia siempre ha venido defendiendo la viabilidad del tren de alta velocidad (TAV) para las tres provincias que constituyen nuestra demarcación autonómica. Y en el mismo espacio de su presentación abogaba por fundamentar la corriente reivindicativa de los valencianos en defensa de nuestros intereses, nuestra economía y nuestro bienestar, señalando el enorme potencial de eje mediterráneo que no admite comparación, a efectos de rentabilidad económica, con los proyectos imperantes en el mundo político español».

Sin entrar en pormenores de aquel importante estudio promovido y costeado por la Cámara, se destacaban las enormes posibilidades de una conexión de alta velocidad para nuestras relaciones con Cataluña y con otros países europeos. Resulta sorprendente también la parte del trabajo dedicada a la consulta directa con el empresariado valenciano de la época y a su posición supuestamente activa hacia esta reivindicación.

Han pasado 27 años. No disponemos los valencianos de una conexión ferroviaria eficiente con Barcelona y Port Bou y alguno deberá asumir la responsabilidad de no haber coadyuvado con los empresarios y políticos catalanes como José María Figueras, Antoni Negre i Villavecchia, Jordi Pujol (en sus horas altas) Miquel Roca o Josep Antoni Duran i Lleida para reclamar el trazado Madrid-Cuenca-Valencia-Castellón-Tarragona- Barcelona-Port Bou, prácticamente con la misma distancia que el actual trazado por Zaragoza.

Y ahora nos entran las prisas con argumentos peregrinos sin ninguna consistencia y sin ningún rigor técnico y económico, hablando del corredor como hablamos de la dieta mediterránea en las peluquerías de señoras antes del verano o después de Navidad. La culpa no es de Madrid. El virus de la mediocridad, de la corrupción, de la ligereza y del desafecto lo tenemos bien cerquita. José Enrique Silla, promotor serio de una infraestructura necesaria en 1989 y aún hoy por comenzar, fue premiado por el Partido Popular valenciano de la época con un vergonzoso engaño, descabalgándolo de la presidencia de la Cámara de Comercio.