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Más bicicletas, que es la guerra

He sido tan aficionado a la bicicleta que de Riola a Sueca hacía cuatro trayectos diarios y a veces seis (dos nocturnos). Y de Riola a Cullera con un tal Josemari Chofre, era pan comido. Y de Riola a Corbera, con el malogrado Manuel Gil, como coser y cantar un aria de Verdi. Como hacía mi madre. «Oh quell amor dueño del Universo entero...».

Así que continué aquí, y he tenido una roja, regalo de Francisco Martínez Rocamora y otra de carreras regalo de Hipólito Abad Alcaide. La segunda la devolví y me arrepiento ahora. La primera me la robó un invitado de mi vecina con la que hacía mucha bulla. Ella no se sorprendió, pero ni se la reclamó.

Pero ya me dirán, desde la calle Alta a Vara de Quart, con zapatos nuevos y chaqueta de Armani€ y sin carril bici y los socialistas con todo el poder y el reino. Nada de nada, camiones por doquier y a mi amiga portuguesa Nuria Tendeiro, que le dan el revolcón el primer día que estrenó bici.

Luego vino la moda todo vale y se subieron todos a las aceras con una fiebre digna de mejor causa, para no estropear el dichoso empedrado de granito esquistoso, atroz. Y venga tumbar viejas y huir echando pestes sin mirar atrás. En Barcelona hubo que lamentar hace poco la muerte de Muriel Casals. A las turistas despistadas les importa todo un comino, que allá en Holanda van compartimentadas y en Londres jamás se atreven en dirección contraria, habrá que informarlas mejor. Y no digo en Alemania, por su derecha y el carné de vacunación en la boca. Y los guardias locales que nunca usan la bacaladera y serían 200 euros cada vez, que es de reglamento y no se aplica (no se lo ordenan). ¿Eso es conculcar o no? No voy a ser pesado.

He sido atacado por la derecha y la izquierda, por detrás, de lado, unos van y otros vienen, y como si tal. De noche ni piloto, ni chaleco, ni usan el timbre. Y se hacen el zig-zag al revés y ya pararán los coches y tú saltarás, a tiempo, si adivinas qué decidirá en el último momento (a mi me echaron a un talud, tres vueltas por el aire, la culpa era mía, claro).

No les digo los que confunden el tapiz jeroglífico de La luz de las imágenes con el carril bici bendecido (¿cuántos millones hemos gastado en esta operación para ganarse voluntades los beatos?). Va de capilla en capilla y se acerca peligrosamente al domicilio de un investigado y una inculpada. O dos.

No estoy contra el uso de la bicicleta ni de la moto, ni del coche que contamina y hace un ruido infernal (cada vez más viejos, destartalados y hasta sin pasar la ITV). Pero esa gente puede ir en metro, en EMT, o a pie que es lo más barato del mundo y se llega hasta a Roma como peregrino. Lo difícil es que gran parte del centro ya no tiene autobuses que lo crucen, ha perdido tres en un año.

Y en estos días, que es imposible avanzar, ni a pie, me sorprende el criterio de las plazas salón ocupadas por mesas, churrerías y chiringuitos. Y para más inri, una carpa entre la Lonja de Valencia y los Santos Juanes. ¿Un monumento más? ¿No sería mejor dejar un carril expedito por si han de pasar ambulancias, taxis, o los bomberos y la policía? A veces hacen falta. Esperemos que no ocurra nada irreparable que tengamos que lamentar y no se haya previsto con tanto ajetreo.

Las bicicletas heredarán la Tierra, pero dejemos espacio para los que pasean y admiran nuestros monumentos que costó mucho esfuerzo y dinero santificar por la Unesco.

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