En 1964, «ante el número creciente de emigrantes españoles que vienen a trabajar en Francia», el Departamento Técnico de Imprentas de la ciudad de París decidió publicar una guía bilingüe que tradujo al castellano con el título de «Consejos en francés y en español para ayudar a las empleadas domésticas españolas en Francia». Era una guía que buscaba mejorar el trato de las amas de casa francesas con un servicio doméstico, el español, que empezaba a ser mayoritario entonces.

Y la guía empezaba con una contundente advertencia: «Si a Vd. no le gusta esa tierra o si no tiene una natural simpatía hacia el alma hispánica, no contrate una empleada española». Especialmente si «es Vd. una francesa demasiado razonable, lógica o de temperamento tristón», porque el español «es más bien intuitivo», así que «no intente tampoco discutir y razonar, utilizando su lógica deductiva francesa. En la mayoría de los casos, el español no le comprenderá». Y es que, aunque el manual se esforzaba en alejarse de los estereotipos característicos del español medio „«no todos los españoles son morenos, toreros o cantantes de flamenco», afirmaba„ no podía evitar recorrer todos y cada uno de los trazos del retrato fenotípico que uno solía hacerse, de la personalidad española, más allá de los Pirineos.

Es obvio que las cosas han cambiado mucho desde entonces y que, por ejemplo, ya no se puede afirmar tan alegremente que los españoles «no se quejan y aceptan su condición». Pero otras cosas no han cambiado tanto: hemos pasado en apenas una década de ser un país, por primera vez en su historia, receptor de inmigración a exportar de nuevo población migrante. Es cierto que, a diferencia de la hornada de los años sesenta, esta ya no es una emigración de mano de obra poco cualificada, poco dada „como aseguraba el manual„ al razonamiento deductivo. Pero el caso es que España ha sido capaz de egresar la generación mejor preparada de su historia e incapaz de darle un trabajo decentemente remunerado que no les condene a ser carne de beca perpetua.

De aquí que sea especialmente pertinente la exposición dedicada a la emigración valenciana que el Museu Valencià d´Etnologia de la Diputación de Valencia acaba de inaugurar, ejemplarmente comisariada por sus consevadores Raquel Ferrero y Josep Aguilar. Arribes o te´n vas? Emigració valenciana a Europa (1950-1970) es una exposición en la que la coloración emocional marca la diferencia específica con cualesquiera otras exposiciones dedicadas al mismo tema. Porque se trata de una muestra que habla y se centra sobre todo en las vivencias de quienes se tuvieron que ir al extranjero en pleno desarrollismo. De la sacudida a la que se vieron sometidas unas vidas situadas en la encrucijada de un choque cultural como el que las páginas de nuestra guía bilingüe pretendían suavizar. No en balde es en esta exposición donde se exhibe esta joya bibliográfica intercultural. Una exposición absolutamente recomendable para saber, si no dónde vamos, al menos sí de donde venimos.