Reconozco que cuando empezó su emisión dudé de la durabilidad del telonero del informativo de Telecinco. Pero Cámbiame ha conseguido a base de un sólido share, convertirse en otro éxito de masas , con el sello de la Fábrica de la tele, productora de cabecera de Mediaset. Sus protagonistas, ya saben, son gente anónima con ganas de transformar su apariencia física por un día y ante la mirada cotilla de más de un millón de espectadores. Intuyo que muchos participantes, no son conscientes del precio que tienen que pagar por conseguir un estilismo de 24 horas. Algunos ya son felices con el hecho de salir en la tele y tener su minuto de gloria, pero para alcanzar la fama efímera hace falta algo más que sudor, sobreexposición.
Quien quiera caer en las manos de alguno de los tres profesionales de la imagen, además de aguantar unas cuantas impertinencias y tener un aspecto objetivamente horrible, debe sufrir o haber sufrido en la vida, momentos lo suficientemente lacrimógenos como para que el programa y su audiencia, sientan la suficiente pena como para mantener la atención hasta el desenlace de la historia. Mientras se narra la transformación, la bella Marta Torné, acribilla al acompañante a preguntas con la que profundizar en la desgracia y con suerte, conseguir sacar una lagrimita al allegado. Puede que a muchos les valga la pena el calvario televisado, porque a cambio de tanta sinceridad dramatizada, te llevarán de compras, pasarás por peluquería y maquillaje, y si eres madura y tienes un poco de suerte, te inyectarán un poco de toxina botulínica con la que ser la envidia del vecindario. Le pasó hace poco a una mujer en el paro, con dos matrimonios fallidos, un futuro incierto, estado depresivo y muchas patas de gallo. Transformada en cisne, marchó del programa encantada de la vida. Después volvería a su barrio, donde al día siguiente se levantaría desmaquillada, sin trabajo, con el pelo deshecho y convertida de nuevo en un patito feo, eso sí, más popular
