En mis clases no falta quien pregunta si el clima realmente está cambiando. El clima es un promedio de las variables atmosféricas durante 30 años. Antes se tomaba el periodo 1930-1960 y ahora hay bases de datos que toman la referencia 1981-2010. Aunque sea un promedio de referencia, las variables están en constante cambio. Por mucho que se empeñe el IPCC, el clima ha cambiado, está cambiando y cambiará. Con o sin nosotros. Llevamos midiendo el clima apenas en la parte final de un periodo frío, que congelaba el Támesis o el Ebro y un período cálido, el que se presenta como la antesala del infierno al que será arrojada nuestra especie por sus «pecados climáticos». Siempre he pensado que medir el clima solo desde 1850 es poca referencia y más si toda la preocupación gira en torno a un cambio de un grado, en el que habría que considerar la variación en el número de observatorios, errores de medidas, cambios de localización o el efecto urbano, entre otras incertidumbres. Según los datos de AEMET, promedio 1981-2010, la media de Castellón es de 17´5 ºC. 1´1 ºC (18´6) se diferencia de la de Murcia, aunque el cercano Aeropuerto de San Javier promedia 17´6, y eso que está 57 metros más bajo. Y 0´7ºC separan el centro de la ciudad de Valencia (18´3) de su aeropuerto (17´6), cierto es que 40 metros más alto. Pero todos estos valores son relativos cuando adquieres una perspectiva más amplia. La Calzada de los Gigantes en Irlanda del Norte es famosa por sus 40.000 columnas de basaltos. Igualmente extraordinario es que sus depósitos volcánicos alternan con laterita, un material rojizo, rico en hierro y aluminio, característicos de climas tropicales. Se explota en lugares como las Guayanas, Cuba o Nueva Caledonia. Los 23´1 ºC de Noumea frente a los 8´8 de Belfast. Eso sí es un cambio.