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Recio

El regreso de Unión Valenciana

En todas las épocas de crisis las películas sobre zombis tienen mucho éxito. No es extraña la metáfora lanzada por Mayrén Beneyto, que gime sintiéndose vivir un final de película de terror. Ahora sólo falta la aparición de los muertos vivientes, y nuestro golem por antonomasia es Unión Valenciana; quizás con otro nombre, pero con idéntica identidad y oferta política.

Si el Partido Popular expulsa desde Madrid „¡divino centralismo!„ a un grupo lo suficientemente grande de valientes, estos nuevos exiliados del paraíso tienen en el regionalismo bien entendido su particular edén terrenal. Alegando un agravio flagrante se puede constituir un nuevo partido político autóctono, lo que en años de la República se llamó la derecha regional valenciana.

Esta salida airosa es un camino permanentemente abierto a cualquier disidente en Valencia. Se rumoreó incluso, cuando Zaplana o cuando Camps cayeron en desgracia, que estos líderes inmaculados serían los propulsores del renacimiento de un partido particularista. Sin embargo, hay que tener muchos arrestos para enrolarse en una empresa así, porque los niveles de autoodio de Valencia y su Reino son exacerbados. Sólo dos personas se han arriesgado a lo grande, invirtiendo su propio patrimonio, y no acabaron muy bien en sus respectivas odiseas. González Lizondo murió víctima de su propio éxito, y García Santandreu arrollado por su inesperado fracaso.

De todas maneras, esta vía política es el único atisbo de futuro que queda en un panorama desastrosamente muerto. Cuando todo se hunde alrededor, sólo queda el asidero de la Real Senyera, con el que uno se venda patrióticamente y supuestamente todos los males se remedian. Además, Alfonso Novo o María Ángels Ramon Llin pueden presumir de pedigrí histórico para tomar el timón del barco. Conocen perfectamente cuál es el rumbo y la carta de navegación. Saben, en el fondo, que hay almas sensibles que les acompañarían en la travesía.

Lo peor de todo es que ese espacio supuesto que la nueva Unión Valenciana podría aspirar a ocupar está hoy en día saturado por Compromís y sus aliados. Estas Fallas de 2016 han sido la demostración de que la frontera entre antiblaverismo y problaverismo es bien tenue. El equipo de gobierno municipal ha desarrollado unas Fallas mucho más falleras que las que nunca soñó Ramón Izquierdo. Desde la espectacular Cridà donde la ultramodernidad barrió el caloret de las borracheras augustas, hasta la sucesión de hechos portentosos, con nuevos actos y novedosas apuestas. Todo ello bajo el magnífico paraguas de esa idílica nominación del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad que ha servido para catalizar el «tots a una veu» frente al enemigo exterior, ahora transmutado en una asamblea de la Unesco que tiene que dictaminar en otoño si somos importantes o no lo somos en el mundo. La única voz discrepante la hemos encontrado en una pequeña y artesanal falla, en la Punta, donde su valeroso artista, Alberto Ferrer García, se atrevió a deslizar un cartel que ponía «Unesco no». Pero todo es difícil para los discrepantes, entre otras cosas resucitar al Ave Fénix de las Cenizas.

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