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Semana felliniana junto al mar

Si este fin de semana continúa entre nosotros, observará cómo cambiamos de registro festero, pero sin perder la esencia de nuestro histórica esencia genética. De bullangueros, nos hacemos comedidos, nos relajamos un poco. Despojados de la indumnentaria propia de Fallas, variada, colorista y diversas, nos revestimos con ropas bíblicas, a veces hasta fúnebres, túnicas, sayos, de vestas, para interpretar, teatralizar, que es lo nuestro, la Mort i Passió de Nostre Senyor Jesucrist.Trajes de vesta con cola, capirotes sorprendentes, cordones morados, ropajes de soldadesca romana o época decimonónica, indumentaria de penitentes, versiones de atrevidas Magdalenas, o con peineta y mantilla. Son cientos de actores que se encontrará a cualquier hora del día o de la noche procesionando, desfilando por las calles de nuestros barrios marineros, protagonizando el gran auto sacramental de los grandes y a veces incomprensibles misterios de la liturgia cristiana. Es nuestra especial manera de leerlos, traducirlos , entenderlos y explicarlos. Nuestra especial manera de «ver» a Dios.Durante toda la Semana Santa, en los Poblados Marítimos, junto a nuestras extensas y amplias playas, valencianos curtidos con el salitre de sus brisas, se tornan en actores plásticos y expresivos del gran drama y tragedia del cristianismo, del final terrorífico del Jesús histórico, núcleo esencial de la Biblia. Las gentes del pueblo rememoran aquellos grandes acontecimientos de la historia. Realizan la gran película de la vida de Jesús, un film, que si Fellini hubiera vivido nuestra Semana Santa Marinera, de seguro hubiera convertido en una gran superproducción, la película de su vida.Pepita Ahumada, la eterna concejala de los Poblados Marítimos, fue su gran defensora. De Madrid se trajo las cuadrigas y las ropas de la película «La caída del Imperio Romano» para que su Semana Santa fuera más peliculera. Nuestro paisano, José Luís de Tomás, con su excelente factura redaccional, consiguió el premio Nadal con la novela «La otra orilla de la droga», ambientada en dicha Semana Santa, en la que se basaría Javier Elorrieta para hacer el filme «Cautivos de la sombra»,magnífica y realista película que retrató nuestro gran drama actual, el mundo de la droga.Aparte de ser un ritual popular, la Semana Santa Marinera es seña de identidad de un pueblo olvidado y descuidado por la gran urbe centralista. Un rito criticado no pocas veces por el clero exquisito y purista, curas que no han leído a Paul Claudel lo de que «No importa cómo llamemos a Dios, si lo ponemos a nuestra altura», y que siguen sin leerse el Vaticano II muy respetuoso con la religiosidad popular.Son sus cofradías y hermandades almas de un pueblo que se resiste a perder su amor a la patria chica, que se niegan a que la cultura del botellón engulla y trague lo que el impío mar no logró. Una gente que poco a poco, meritoriamente, va consiguiendo ganar metros de credibilidad al poder y la fe social de la centralista ciudad, la cual sigue soberbiamente dando su espalda a la mar, a la que rinden homenaje, con sus muertos, en el precioso, silencioso y respetuoso amanecer del Viernes Santo, cuando llevan en emotivo tropel al Cristo del Salvador, su Christus mediaticus, a bendecir su aguas que besan las playas del Cabanyal.

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