Las grabaciones incorporadas a la investigación judicial con las conversaciones de Alfonso Rus y las de la concejal María José Alcón han sacudido los cimientos del PP en la capital, pero también de su aparato provincial y autonómico. Bastaron un par de cortes de esas cintas para que supiéramos cómo se contaban los billetes o se saludaba la llegada de Papá Noel. Si sólo unos pocos segundos hicieron saltar todas las alarmas, habrá que ver qué pasa cuando se conozca el contenido de las más de diez horas de grabaciones que se dice que efectúo Marcos Benavent, mano izquierda de Rus en su día, porque la derecha era Emilio Llopis.

Benavent era hombre de la confianza del expresidente de la Diputación, por eso estaba en el centro del poder. Su personalidad era muy distinta a la del resto del núcleo duro de la institución provincial, que formaban, además de él y del citado Llopis, Juan José Medina y Vicente Betoret. Benavent sabía manejarse en las distancias cortas y se granjeó enseguida la confianza de concejales y alcaldes. Unos y otros veían en él al mensajero perfecto para hacer llegar sus inquietudes a Rus. A veces pedían apoyo político y otras la solución de problemas municipales. En esa época la diputación alardeaba de saneamiento económico.

Benavent se hacía querer por su carácter afable. Era un interlocutor bendecido por la empatía, el tipo con el que cualquiera se despacha con confianza, y así ocurría, y no sólo con la gente del PP. Porque Benavent escapaba a los corsés del sectarismo partidista. Muchos temen ahora que sus conversaciones fueran grabadas. No se sabe quién, cuándo, dónde y qué fue grabado. Nadie está tranquilo, pues cabe la posibilidad de que en las conversaciones salgan incluso cargos de Compromís o del PSOE. No descarto abandonos políticos.

Nadie sabe qué pasó por la mente de Benavent para que realizara grabaciones durante años. Sus amigos y sus más íntimos colaboradores no encuentran respuesta. Hay quien cree que ha querido purgar sus pecados, quien lo atribuye a una transformación espiritual, pero también quien sugiere que buscaba obtener una mercancía con la que poder negociar con futuros gobernantes. La respuesta solo la tiene él. Si lo poco que conocemos de sus cintas ha bastado para dinamitar pilares del PP que se creían indestructibles, como Rus y Rita Barberá, lo que queda por salir a la luz puede significar el apocalipsis popular... y tal vez no tan popular. Ya lo anunció él mismo, aunque sin poner nombres y apellidos. Todavía.