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La huella de Miguel Wiergo

Al acabar la resaca fallera me entero del fallecimiento de Miguel Wiergo, un personaje clave en el movimiento ciudadano desde la Asociación de Vecinos del Barri del Carme. La transición fue un rompeolas de reivindicaciones urbanas, sociales y él siempre iba por delante. Su larga y fastidiosa enfermedad ha hecho imposible que le reconociera este ayuntamiento democrático a tiempo su labor.

Ligado a la hostelería, camarero en La Torera, luego con su bar en la calle Llíria, y posteriormente en la calle Roteros, La Petra, marcaba un tiempo nuevo en esta barriada popular y con gran afluencia juvenil, hasta conseguir merecido prestigio en el ramo, que señaló Vázquez Montalbán o Jorge Edwards.

Pero no se centró en ese trabajo cotidiano con su esposa, sino que se volcó en múltiples actividades que van desde reivindicar la piscina (que logró, a pesar de la resistencia de Clementina Ródenas), de su crítica al IVAM sin compensaciones, o luego la larga negociación sobre los desplazados por su ampliación (irresuelta). También su constante exigencia de la recuperación de la muralla árabe, junto a la cual tuvo un local, La ciudad de Petra, y de la ayuda a quienes en caso de demoliciones, perjudicaría. No le faltó cintura para negociar el aparcamiento de la calle Baja y lograr que al fin Territorio hiciera el bloque de casas saneando el solar.

Pero también tuvo un local con espectáculos en la calle Covarrubias, que en parte arregló. Y que le provocó muchos quebraderos de cabeza. Posteriormente abrió uno por Convento Jerusalén y produjo shows de mucho brillo y de pérdidas sonadas. Y como siempre era adicto a la revista tuvo la amistad de muchos actores, en espacial Joan Monleon o La Champán. Y se le ocurrió organizar para la Diputación de Valencia el primer desfile de moros y cristianos para el 9 d´octubre, que luego retomaría el Consell. Hizo muchas más cosas. Desde representar un grupo de rock o financiar alguna edición, como la de mi libro «Senyals de vida», que salió en Fuentearnera (sin recuperar nada porque Paco Camarasa se fue con Koskos a Barcelona).

Personalidad compleja, que chocaba en la federación de asociaciones de vecinos, en su partido, el PCPV, y en otras lides, como su asociación de empresarios de locales. Fue él quien iba a abrir el primero en el Tossal y dudó y eso fue fatal para su economía.

Quiero recordarle en el museo del Prado, junto al retrato del arzobispo Company, pintado por Goya. Su madre era la quinta generación de esa familia de Penàguila. Y cuando los mirábamos resultaban ser idénticos, a pesar de los siglos. No por ello reposará en la capilla de la Purísima de la catedral que sufragó su antepasado. Aunque en el carácter también se parecían. Estuvieron en litigio largo por su herencia.

Aunque él logró siempre el apoyo de muchos vecinos y acudió a su lado en todas las movidas, hay muchas cosas pendientes, por él y sus colaboradores hace tiempo denunciadas y reivindicadas, que no sabemos cuándo se atenderán, no parecen ser primordiales para las instituciones.

Es fácil recorrer sus huellas en el centre històric, desde el Jardín del Turia mismo, que no es poco. Para un hijo de trabajador y trabajador hasta que nefermó, sin estudios, no es poca cosa. Lo que no alcanzó a ver queda en nuestras manos y voluntades.

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