El término latino «exitus» se refiere al efecto o la consecuencia acertada de una acción o de un emprendimiento. ¿Cómo conseguir el éxito en la tarea docente? Ardua y heroica labor. Nuestros alumnos son nativos digitales que nadan perfectamente en un mar de tecnologías. El profesorado, a remolque de los tiempos, se ha tenido que ir adaptando a la invasión tecnológica, siempre por detrás de ellos.

¿Cómo podemos captar el interés de los estudiantes? ¿Cómo conseguir el éxito educativo? De entrada sin obsesionarnos, sabiendo que no es fácil lograrlo y ello no nos debe desanimar. Se habla mucho de técnicas de estudio, de programas informáticos, de apps educativas; todo muy válido, pero se nos olvida lo fundamental. Para alcanzar objetivos en la vida la afectividad es muy efectiva. En nuestras clases debemos romper barreras, contactando humanamente con el alumnado y consiguiendo una comunicación personalizada. Relacionar nuestras materias con la vida diaria y con las vivencias de los alumnos es nuestro gran reto. Es fundamental establecer diálogo para que ellos se sientan identificados, que aporten ideas, aprovechar su frescura. En las discrepancias o discusiones habituales con los alumnos es importantísimo que los dos ganemos. Se trata de seducir en lugar de imponer. Cada curso tiene su velocidad de trabajo y cada alumno sus circunstancias. Intentaremos ser habilidosos en potenciar lo positivo de ellos. Para Cesar Bona, candidato español al Global Teacher Price en 2015, lo más importante en las clases es conseguir que todos los alumnos se sientan importantes. Afirma que dar clase es algo más que meter datos en la cabeza. La imaginación, la creatividad, el respeto y el esfuerzo son imprescindibles.

La expresividad de un profesor es fundamental. Medir lo que decimos y cómo lo decimos no siempre resulta fácil. Es deseable que nuestra voz varíe. Gesticulando, mirando intensamente y de forma penetrante atraparemos a nuestros alumnos. Exagerar en las formas nos servirá para dejar ideas muy claras.

Paciencia, afectividad y exigencia son tres palabras mágicas para el docente. La afectividad está muy unida a la memoria, aprendemos más de las personas que queremos. Es fundamental la capacidad de adaptación para alcanzar el éxito. La empatía es un pilar de la inteligencia emocional. Un proverbio árabe nos dice que quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación. La comprensión fomenta la confianza. El poder es sereno y tolerante; el nerviosismo genera rechazo, si tú gritas los demás gritarán más. Se obtienen grandes resultados cuando conseguimos ambientes de serenidad. Desdramatizar situaciones es vital. Durante muchos cursos académicos he podido comprobar cómo se ha sometido a un stress muy dañino a alumnos y profesores de 2º de Bachillerato que se han visto inmersos en una hoya a presión. Medir a los alumnos por unas cifras con decimales, cuando se están jugando su futuro, me parece de lo más anti educativo y la mayor aberración que he podido vivir como profesor.

Educar no es poner notas numéricas, es algo mucho más importante, formar buenas personas. Si queremos un país con un nivel educativo mayor, con ciudadanos tolerantes. Si aspiramos a una sociedad sin violencia machista y con personas comprometidas deberemos humanizar la educación de nuestros alumnos. Los conflictos del mañana se resuelven en el hoy de las clases. No nos podemos permitir el lujo de tener a los profesores deprimidos o infravalorados socialmente. Una sociedad que se precie cuidará al profesorado en manos de quien está la verdadera transformación.