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La revolución de Cruyff

E l entrenador Johan Cruyff revoluciona el fútbol porque lo convierte en algo lúdico para sus protagonistas y, por extensión, para los espectadores. El Barcelona de Cruyff fue el equipo más divertido de todos los tiempos. Fue un conjunto imprevisible, vulnerable y mágico. Ganó cinco Ligas y una Copa de Europa como pudo no haber ganado nada porque todo lo hizo sobre el alambre. Su atrevimiento no tuvo límites: jugó con tres defensas y un mediocentro defensivo sin ninguna fortaleza física (Guardiola). De los tres zagueros, uno de ellos (Ronald Koeman) nunca ganó una carrera en velocidad. Logró sublimar la inteligencia, la técnica y, sí, la improvisación. Convirtió los partidos en sesiones de jazz, capaz de lo mejor y de lo peor. Llenó el campo de peloteros (Amor, Guardiola y Eusebio, por ejemplo) y, para que cupieran todos, les hizo variar de posiciones en una noria inacabable (Eusebio acabó de lateral derecho).

Sin Cruyff en el banquillo, Guardiola no habría existido. O se habría perdido por los campos de la Tercera catalana. Eran tiempos en que los entrenadores apostaban por centrales fortachones como mediocentros con tal de protegerse como fuera. Eran tiempos en que Alkorta, Nadal y Hierro ocuparon la medular de España, en el Mundial de Estados Unidos 94, mientras Guardiola calentaba banquillo. En ese contexto, Johan aprovechó la marcha de Luis Milla del Barça para darle toda la responsabilidad en la esencia del juego a Guardiola, un chaval escuchimizado de 18 años.

Después llegaron los éxitos que avalaron esa propuesta revolucionaria. Se acabó la leyenda de la furia. España siempre se había caracterizado por sus futbolistas pequeños, habilidosos y de enorme calidad técnica. Pero fue Cruyff quien los puso en valor. Y de repente las escuelas de los principales clubes de España se llenaron de estos jóvenes talentos. Y las categorías inferiores de la selección acumularon un título tras otro que se resistió en el primer equipo hasta la irrupción de Luis Aragonés. El Sabio de Hortaleza supo conciliar su psicología callejera con la estética de Cruyff. Al fin y al cabo, los dos querían ser felices y ver felices a sus jugadores con el balón. Xavi Hernández unió a ambos genios en un fútbol estratosférico: nunca España jugó como en esa Eurocopa de Austria y Suiza 2008, hija de Luis y heredera de Johan. A los dos, los aficionados al fútbol, se lo debemos todo.

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