Este año, como pocas veces, ha suscitado un gran debate el asunto del cambio de hora. El domingo pasado entró en vigor el horario de verano, que supuso adelantar nuestros relojes 60 minutos siguiendo la directiva comunitaria sobre esta materia. Y durante el fin de semana y lo que llevamos de esta semana ha vuelto a ponerse encima de la mesa la discusión sobre si se ahorra o no energía, las molestias a la población, etc. El problema, sin embargo, es otro: en España desde marzo de 1940 vivimos en invierno con el horario de verano, porque en aquella fecha, en plena Segunda Guerra Mundial, el régimen de Franco decidió adelantar la hora oficial 60 minutos para sincronizarla con la de Alemania. Y desde entonces ni el propio Franco ni los sucesivos gobiernos democráticos volvieron a colocar la hora de España en el sitio que le corresponde, que es el del tiempo del Meridiano de Greenwich, el mismo que tienen el Reino Unido y Portugal. No sólo no se corrigió la medida, sino que sin tener en cuenta el error del cambio de hora heredado desde 1940, cuando la Unión Europea ordenó a los países miembros la implantación del horario de verano, en España se decidió aplicarlo sin más. Es decir, se decidió avanzar los relojes 60 minutos más sobre los 60 que ya se adelantaron en la dictadura. Eso es lo que explica por qué desde el último domingo de marzo al último de octubre en España vamos dos horas por delante de nuestro horario solar, y que de octubre a marzo, con el invierno entero incluido, estemos una hora por delante. Dicho de otra forma, España tiene en invierno el horario de verano y en verano no se sabe muy bien el qué.