Una reciente noticia lanzada por La Colla Ecologista La Carrasca de Alcoi sobre la elevada contaminación soportada por el lugar en el que vivo me ha vuelto a llamar la atención sobre si los medios y la opinión pública se fijan en aquello que resulta más necesario. Una ciudad de 60.000 habitantes ha soportado niveles de ozono troposférico, que es el malo, superiores a lo recomendado por la OMS 136 días en 2015 y, sin ir más lejos, este ozono es el responsable directo de 1.800 muertes prematuras en España. Lo «mejor» es que otros contaminantes, las llamadas partículas finas, han podido superar estos niveles, pero no lo sabemos porque, a diferencia de otros años, no han sido medidos. Sin duda, es esta última una buena manera de estar «tranquilos». La contaminación del aire causa siete millones de muerte prematuras en todo el mundo, sin contar las patologías en las que pueden interferir de forma más indirecta. Las condiciones atmosféricas durante una buena parte de 2015 y en lo que va de 2016 han sido muy favorables para mantener estos altos niveles, y las condiciones orográficas de la zona indicada, una hoya casi cerrada, las potencian. Llamo la atención sobre el particular de que es un núcleo urbano pequeño en comparación a todos los que han sido noticia en España durante el invierno pasado, especialmente la famosa «boina» de Madrid, que se ha hecho más famosa por los intentos de la nueva corporación municipal de frenarla que por el daño efectivo que estaba causando. Estoy seguro de que otros muchos pequeños municipios españoles pueden estar expuestos a estos elevados niveles de contaminación, pero nadie repara en ellos, porque los niveles de alerta no saltan, ya que no hay protocolos, y nadie hace nada por intentar evitarlo. Eso sí, todos «conocemos» lo contaminadas que están las grandes ciudades, las emisiones de CO2 (que no mata) de cada una de ellas, el hielo que estamos perdiendo, cuánto subirá el nivel del mar dentro de 100 años, que temperatura hará, cuanto lloverá,€ y todo debidamente mezclado con parafernalias propagandísticas como la protagonizadas por Brad Pitt, que contamina más que muchos de nosotros juntos, en la recogida del Oscar. Una vez más una demagogia a la que debemos unir la preocupación por las presuntas fumigaciones de los aviones a miles de metros del suelo, cuando el problema es que somos nosotros mismos los que nos fumigamos aquí abajo. ¿Por qué no decir simplemente que debemos cambiar nuestro modelo energético y vital porque la contaminación que genera nos está matando?