Como todos sabemos, y así han confirmado muchos filólogos y estudiosos, la riqueza de la lengua española tiene uno de sus fundamentos en lo amplio y variado de su vocabulario, mucho más que cualquier otro idioma vivo, entre ellos su gran competidor el inglés. De este modo, poseemos un extenso abanico de voces para expresar ideas sutilmente distintas, siendo capaces de identificar las modificaciones menos perceptibles que puedan darse. Gracias a eso, y recordando ahora que Isabel Bonig advirtió que si Génova la desautorizaba se marcharía, creo que para evitar entrar en ese debate, simplemente vamos a decir que la presidenta del PPCV está siendo ninguneada desde el PP de Madrid.

Cuando la lideresa de los populares valencianos salió a la palestra para anunciar acciones contundentes contra los concejales que presuntamente habían participado en el blanqueo de capitales en las últimas elecciones, muchos nos sentimos reconfortados, puesto que la Comunidad Valenciana necesita una oposición fuerte y regenerada. Los nuevos aires de renovación que llegaban a un partido asfixiado por la corrupción, parece que al final se están quedando en una leve brisa pasajera. De ese modo, nadie puede cuestionar que los WhatsApp de advertencia lanzados por Rita Barberá están pesando mucho, ya que hablamos de una figura emblemática y con gran poder desde la época de Alianza Popular, lo que sin duda desencadenó la apertura de un expediente informativo para adormecer el escándalo.

El cambio de estrategia impuesto desde Génova ha enmudecido a los Maroto, Casado y Levy, esos jóvenes e inexpertos portavoces del PP que ingenuamente pedían mano dura contra la corrupción. Al mismo tiempo, también deja a Bonig en una posición francamente incómoda, donde incluso los investigados por la presunta trama corrupta se toman la libertad de opinar sobre el futuro político de la presidenta, después de que quedara totalmente desautorizada por Madrid, mejor dicho, ninguneada por los acontecimientos.

Creo que el tiempo dará la razón a quienes intentan desesperadamente hacer limpieza en el partido, aunque quizás llegue tarde para algunos de ellos, como sucedió con Alberto Fabra. De momento, el vergonzante pacto de no agresión está protagonizando una imagen esperpéntica en el pleno del Ayuntamiento de Valencia, con un sólo concejal dentro del Grupo Municipal Popular, mientras que el resto tiene su militancia suspendida cautelarmente y pululan como independientes. Todo ello deja en entredicho a Valencia y da muestras de que los problemas internos del PPCV no están en la agenda inmediata de Rajoy.