Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mujer, árabe, rica y genial arquitecta

Me permitirá el lector que hoy rinda homenaje a una mujer, fallecida esta semana, y que deja un legado universal impresionante. Hace unos años estuve apunto de arruinarme porque me empeñé en comprar un sofá diseñado por ella para una firma italiana de mobiliario moderno. Finalmente me quedé sin sofá -nadie lo vendía en nuestro país y había que traerlo, encareciéndolo aún más, desde Italia-, y no sé si hice lo correcto dado el creciente éxito que su autora ha ido teniendo después: Zaha Hadid.

Lo cierto es que los sofás no se revalorizan, salvo excepciones, y el caso de Zaha Hadid es seguramente una de ellas, rompiendo multitud de estereotipos. Hablamos de una mujer que ha alcanzado el grado de arquitecta estrella mundial, un rango limitado a cinco o seis creadores a lo sumo. Hadid acompaña en el panteón de la arquitectura reciente a Foster, Koolhaas, Gehry, y Herzog&De Meuron, el top five, un peldaño por encima de otros grandes creadores como Zunthor, Nouvel, Piano, Ito, Siza, Eisenman, Souto, Pelli, Van Berkel, Sanaa, Mvrdv, Libeskind, Viñoly€ y quizás Chipperfield y el controvertido Calatrava. No hablamos de los mejores sino de los más famosos y reconocidos, con más contratos para grandes proyectos y estudios de rango multinacional.

Zaha Hadid es la única mujer en ese mundo, la primera al menos que ha llegado a la cima. Pero además de quebrar el arquetipo del arquitecto, su contribución a la historia de la arquitectura tiene un marcado sesgo femenino, una estética marcada por espacios curvilineos y formas organicistas que anuncian una clara ruptura con los rasgos de la geometría más estandarizada por la arquitectura moderna, cuyas pautas estrictamente cúbicas y formatos neoplasticistas han agarrotado la creatividad arquitectónica desde prácticamente la segunda guerra mundial. La tiranía formal de la Bauhaus «feroz» de la que escribió Tom Wolfe.

La propia Zaha Hadid reconoce su deuda con el Guggenheim de Frank Gehry, cuya osadía formal y tecnológica hizo posible que los espacios de «energía congelada», florales y futuristas de Hadid se consideraran constructivamente posibles. A partir de ese momento, el estrellato de Hadid ha sido imparable y es posible considerarla la mayor rupturista formal de la arquitectura contemporánea. Un camino que también comenzó a andar el joven Santiago Calatrava, salvo que el autor de Benimámet-Zurich no ha podido digerir su propulsión y ha terminado repitiéndose y cometiendo graves errores, de composición, de tecnología constructiva, de funcionalidad e, incluso, de ética empresarial.

Zaha Hadid, al contrario que Calatrava, ha sido una dibujante excepcional, ha diseñado zapatos increíbles, bolsos, muebles€ amén de edificios y, no se olvide, espacios públicos, pero además se ha reinventado con cada proyecto, ha recreado formas diversas, soluciones distintas, desde la sobriedad neocontructivista en una pequeña estación de tranvías en Estrasburgo al puente-pabellón de la Expo de Zaragoza inspirado en un crisantemo surgido de una mente iluminada por la ciencia-ficción o por alguna película de David Cronenberg.

Otros arquitectos nuestros más cercanos pueden verse mejor en alguno de los múltiples aspectos formales registrados por Zaha Hadid. Pienso en el gusto por el cristal, las iluminaciones incrustadas o los muebles multiformales de Ramón Esteve, los juegos de volúmenes aéreos del grupo alicantino Aranea -premio FAD-, el Paseo-Ola de Ferrater y Martí en Benidorm, o las deconstrucciones de Carlos Salazar. A todos ellos, estoy seguro, les ha interesado la obra de Zaha Hadid contra los modelos de cajas prietas en los que ha degenerado la arquitectura sin interés ni poesía.

Feminista y femenina, se comportaba de ese modo y manera a pesar de su aspecto de mujerona, con un aire a lo Anna Magnani de la arquitectura internacional, que sabía, no obstante, generar glamour a su alrededor. Pero además había nacido en Bagdad, y aunque nunca se manifestó abiertamente contra las teocracias, siempre estuvo latente esa condición. Zaha Hadid, árabe, es el mejor ejemplo de la necesidad de disolver la regresión cultural y civilizatoria en la que se ha envuelto su mundo originario y que amenaza con arrastrarnos a todos por el sumidero de la historia. Ella no ha podido soslayar la cuestión y las polémicas, hasta el punto que los sectores más conservadores quisieron ver en su proyecto para el estadio de fútbol del mundial de Qatar una inmensa vagina provocadora. En cualquier caso era una hermosísima forma femenina.

Y además rica, una condición que, en ocasiones, aunque cueste creerlo, genera muchas suspicacias y un sinfín de reproches, equívocos, falsas amistades y relaciones interesadas. No es tan fácil administrar esa condición, y la propia Zaha lo manifestó más de una vez. Solo con carácter y decisión se superan todos los inconvenientes citados, y esta mujer bagdadí -londinense de adopción-, lo consiguió. Solo que hace unos días le falló su corazón.

Compartir el artículo

stats