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La vida sigue

Mientras unos partidos se dedican a lo que ahora llaman "postureo" para mejorar sus perspectivas con vistas a unas posibles nuevas elecciones y otro se enroca en su posición de más votado y se empeña en su pretensión de dirigir un inverosímil gobierno de coalición, la vida continúa.

La vida continúa y los problemas, como el dinosaurio del cuento de Monterroso, siguen ahí: organismos públicos e instituciones, que deberían ser neutros, colonizados por la política; banqueros y empresarios corruptores o corruptos, en la calle, y los innumerables procesos contra políticos alargándose hasta extremos inverosímiles y dejando que prescriba así más de un delito.

Y mientras tanto Europa nos presiona e insiste en que tenemos que hacer aún más recortes para cumplir el déficit que nos han impuesto sin consultarnos, los jóvenes continúan saliendo fuera en busca del trabajo que aquí no encuentran, los abuelos tiran de sus pensiones para soportar a sus hijos en paro y aumentan, según las estadísticas, los suicidios.

Los mileuristas - ¿recuerdan cuándo se acuñó esa palabra?- pertenecen ya al pasado; lo normal son ya sueldos de quinientos o seiscientos euros, contratos que duran sólo meses e incluso semanas, horas extraordinarias que no se pagan y demás abusos de todo tipo.

La situación es, pues, de urgencia extrema, y mientras tanto no tenemos quien nos defienda con convicción en Bruselas, quien diga a la Comisión y a quien sea que las recetas que nos han venido aplicando son totalmente equivocadas, que no podemos crecer a base de rebajar salarios y precarizar un empleo cada vez más escaso.

Que necesitamos invertir más en nuestras universidades, en nuestros centros de investigación y desarrollo, que no podemos dejar que sigan emigrando nuestros universitarios en lugar de ayudar al país con sus conocimientos y devolverle a la sociedad al menos algo de lo que ésta invirtió en su formación.

Dicen que crecemos últimamente más que otros países del entorno, ocultando el hecho de que partimos de mucho más abajo y que ese crecimiento no es igual para todos porque no dejan de aumentar, aquí como en todas partes, las desigualdades sociales.

Los directivos de las mayores empresas del país se jubilan con pensiones millonarias que no podrán gastar ni aunque les quedasen más de cien años de vida mientras cada vez más gente tiene que ir a los comedores sociales o busca en los cubos de la basura.

Y en estas circunstancias, aquí parece sólo preocuparnos la sagrada unidad de España, si unos partidos apoyan o no el derecho a decidir de una parte del territorio o si ha defendido con suficiente firmeza el pacto antiterrorista.

No sé si los electores se equivocaron o no al dar el voto a determinados partidos, incluso los que, como se ha demostrado, estaban hundidos en la corrupción, pero el pueblo ha hablado - ésas son las reglas- y los resultados están ahí.

Ahora, lo que si deberíamos exigirles a todos es que se centren en lo importante, lo que no puede esperar como es despolitizar las instituciones, combatir la corrupción, obligar a quienes delinquieron a devolver lo robado y deshacer unas contrarreformas laborales que sólo han traído inseguridad y pobreza.

Lo que deberíamos exigirles es que hagan, eso sí, una auténtica reforma fiscal sin la cual el Estado del bienestar estará cada vez más en precario y que defiendan en Europa ese programa de recuperación económica y social que tanta falta hace. Con eso podríamos darnos de momento por satisfechos. Para lo demás ya habrá tiempo.

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