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Martí

Han devaluado al Valencia CF

El ilusionismo es un arte que produce algunos fenómenos presuntamente extraordinarios realizados mediante trucos, y que en el caso del club de Mestalla han sido bastantes burdos y mayoritariamente consentidos.

En qué hemos convertido el equipo de nuestros padres? Esa fue la pregunta retórica de un amigo, antes del descalabro del sábado en Las Palmas. Él fue uno de los pocos que alertó de la deriva populista del Valencia CF, y por ello recibió azotes digitales, y cerca estuvo de la prisión y el destierro, pero afortunadamente estamos en el siglo XXI, aunque cada día florecen muchos melancólicos del Santo Oficio. La razón hace lustros que huyó de Mestalla, donde se instaló la ilusión, esa materia etérea de la realidad. Aunque sea más honesto, muy pocos asumen el papel de aguafiestas. Resulta cómodo apuntarse a la fiesta del sinsentido con copas de garrafón, sin pensar en la resaca posterior.

Ahora nos despertamos de ese banquete del absurdo con el propósito de enmienda y la repentina responsabilidad de darse cuenta del peligro, aunque siempre estuvo ahí. En los próximos días asistiremos a un carrusel de quisquillosos sobre la necesidad de acudir en procesión penitente el domingo a las cuatro. Se equivocan. La devoción vuela cuando el engaño se perpetua, e invocar a los feligreses para ocultar el mal gobierno retrotrae a batallitas medievales.

El valencianismo es tan plural y diverso que cada uno sabrá qué hacer, porque no quedan sacerdotes fiables. Los que han pasado en los últimos tres años por las oficinas del club, derribando el que hace tan sólo doce años fue el mejor equipo del mundo, están desacreditados, y alguno debería devolver la insignia, por vergüenza torera, para además blindar la reputación del Puerto, que tal como van la cosas peligra bajo su gestión.

Juan Martín Queralt, una autoridad insobornable dentro del valencianismo, fue invitado por el presidente del Levante UD al derbi. Instalado en el palco de Orriols, el catedrático observó que el equipo local estaba presidido por un valenciano, el otro „el suyo y visitante„, no estaba representado por nadie, bueno sí, por un trabajador de origen asiático que se niega a aprender valenciano y castellano.

Eso, Santi, es lo que han hecho con el equipo de nuestros padres y abuelos, devaluarlo hasta límites insospechados.

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