El escenario en el que se encuentra el PP valenciano era hasta hace poco impensable. Estoy convencido de que ningún militante popular habría podido imaginar el presente actual. Encontrar calificativos que puedan describir el desastre es difícil, no porque el diccionario no los ofrezca, sino porque deben mezclar hastío con perplejidad, vergüenza con ira, abandono con traición.

Por lo que se refiere a la ciudad de Valencia, el PP no es que haga agua, es que se ha hundido definitivamente y reflotarlo parece tarea imposible. La última decisión tomada por Génova de convertir a los concejales en independientes confirma la deslegitimación de Vicente Betoret como líder provincial a la vez que debilita, aún más si cabe, el liderazgo de Isabel Bonig.

Escama y perturba la figura de la exconcejala María José Alcón: por un lado, tan imprudente en sus conversaciones cuando ya se intuía la tormenta sobre sus cabezas; por otro, tan pedagógica en las grabaciones a la hora de describir blanqueo. Una de dos, o ha sido muy lista al intentar trazar una ruta calculada que permita a su familia salir bien parada de este turbio asunto, o es demasiado ingenua, en cuyo caso quienes la nombraron tendrían que explicar cómo alguien tan imprudente pudo tener tanta responsabilidad en el gobierno de la tercera capital de España.

La gestora creada en Valencia por el vicesecretario de Organización, Fernando Martínez Maillo, y Bonig no está produciendo ni mucho menos los efectos deseados. Transcurridos dos meses, sólo se ha reunido en dos ocasiones y su presidente, Luis Santamaría, ha asumido el papel de líder guay de una chupi pandi que, a pesar de su inequívoca dedicación al partido, no está dotada para hacer frente al huracán actual. Además, algunos de sus miembros guardan relaciones personales con los ahora independientes.

Y así estamos. Unos, que en su afán por amarrarse al cargo demuestran que vinieron a servirse y no a servir a la ciudadanía y a su partido. Enfrente, unos dirigentes pasivos y claudicantes, incapaces de coger el toro por los cuernos y hacer frente al problema. Pero cuanto más se tarde en depurar responsabilidades, más tiempo pasará antes de que los populares puedan levantar cabeza.

La máxima en política de que quien se mueve no sale en la foto tiene, en este PP, un problema añadido: encontrar un fotógrafo que haga la foto. Es más, da la sensación de que en este circo, el PP se ha empeñado en obtener un disco de platino con tanta grabación.