Apenas han pasado cuatro meses desde que viví como alcalde, uno de los momentos más difíciles y duros que he vivido como persona. Aquel 8 de noviembre, morían, en las calles de mi ciudad, dos personas de manera vil y cruel. Ningún acto violento queda justificado en una sociedad civilizada que se precie de serlo, ni siquiera en días difíciles como los que ahora nos toca vivir, y por supuesto no puede justificarse ningún hecho violento, mucho menos cuando se produce bajo la calificación de violencia machista.

Ese día, Llíria vivió en su propia piel el desgarro que supone la injusticia y la violencia gratuita. Somos un pueblo que ha sabido crecer asumiendo lo positivo y lo negativo, adaptándonos, como pocos, a los cambios sociales que vivimos, y siempre, siempre, hemos sabido dar muestras de solidaridad y de grandeza, una solidaridad y grandeza que nos lleva a rechazar, sin tapujos, el dolor que supone la muerte de mujeres a manos de maltratadores.

Hoy, pasados cuatro meses, vuelvo a revivir el dolor de heridas no cicatrizadas, de desigualdad, intolerancia y barbarie, esa que nos lleva a pensar que todavía queda mucho camino por recorrer.

Hace unos días volvimos a mostrar toda nuestra solidaridad con la familia de las víctimas que reclaman justicia depositando toda su confianza en ella. Desde el Ayuntamiento nos unimos a su iniciativa de presentarse como acusación particular, así como a la iniciativa de la Asociación Clara Campoamor que ejercerá como acusación popular, y que estuvo representada por el letrado Virgilio Latorre. Nos unimos a sus voces y pedimos que la voz que reclame un no a cualquier tipo de violencia sea unánime.

Por encima de las discrepancias políticas, por encima de las inversiones y de los proyectos, quedan las personas y su bienestar, un bienestar que tratamos de defender desde un pueblo abierto acogedor y solidario, un pueblo, Llíria, que repulsa la violencia y que no está dispuesto a olvidar mientras exista rastro de la violencia machista, una violencia que nos maltrata a todos. Ahora, cuando vivimos momentos difíciles en los que un sobresalto nos encoge hasta el siguiente, cuando resulta complicado sobreponerse, debemos, más que nunca, confiar en la eficacia de la justicia y en la capacidad de nuestra sociedad para sobreponerse, desde el esfuerzo, a los golpes irracionales que nos ponen a prueba como sociedad civilizada.