Según voy cogiendo edad, me interesan más las cuestiones de fondo que las de imagen, me gusta la gente seria y me aburre soberanamente la frivolidad, agradezco que me traten con respeto y detesto a aquellos que me ven como un sujeto susceptible de ser manipulado. Si todo esto que les cuento condiciona mi vida diaria, imaginen cuando se trata de formar gobierno para mi país.

Recapitulemos. Pedro Sánchez afirma no estar dispuesto a pactar con el PP en ningún caso. Es más, niega cualquier posibilidad de diálogo con los populares. Por otro lado, asegura que jamás será presidente con el apoyo, activo o pasivo, de los independentistas. Finalmente, le confirma a Podemos que el futuro gobierno debería incluir en cualquier combinación, sí o sí, a Ciudadanos. Podemos, con Pablo Iglesias al frente, asegura que jamás prestará apoyo a la investidura de un ejecutivo participado por Ciudadanos y tan solo contempla la fórmula Podemos-PSOE-IU, con la aquiescencia, explícita o implícita, de los nacionalsecesionistas.

Luego está Albert Rivera, que jura y perjura que Ciudadanos no concibe favorecer en modo alguno, cualquier combinación que incluya a Podemos. Al mismo tiempo, descarta acuerdos con el PP mientras persista el liderazgo de Mariano Rajoy por su incapacidad para alejar las sospechas de corrupción que ensombrecen al Partido Popular. Curiosamente, ello no es óbice para que sostenga, en Andalucía, un gobierno sospechoso de ser el más corrupto que ha conocido nuestra vieja nación, ni para pactar un gobierno de coalición en Madrid con el PSOE que, a día de hoy, encabeza todas las listas de corrupción en número de personas investigadas y montante de presuntas cantidades defraudadas. Si hacen ustedes las oportunas sumas y restas, verán que todo esto nos conduce a un callejón sin salida.

Bien, puestas así las cosas coincidirán conmigo en que hay dos únicas opciones. O bien alguno de ellos o todos a un tiempo, nos están mintiendo y lo que nos vienen diciendo vale lo que un duro sevillano. O, en su defecto, alguno de ellos o todos a un tiempo, nos están tomando el pelo y todos estos dimes y diretes, idas y venidas no responden más que a razones de imagen, lo que hacen y dicen constituye una monumental frivolidad sin otro objetivo que manipularnos con la vista fija en unas elecciones anticipadas y todo el asunto convenientemente aderezado con una pasmosa falta de respeto al personal, que somos todos.

Mariano Rajoy manifestó el primer día que tan solo eran viables, por razonables, dos posibilidades: o un pacto de izquierdas con el apoyo de los independentistas o un acuerdo entre el PP y el PSOE al que, si bien no era imprescindible, se debería invitar a Ciudadanos. Descartada la segunda por la radical y reiterada negativa de Sánchez, solo resta la primera o en su defecto elecciones anticipadas. Puede que esta no sea una visión muy divertida o ingeniosa, pero me parece seria, razonable, responsable y respetuosa con la inteligencia de los demás. De ahí que, en medio de esta feria de las vanidades, yo me incline por el señor de Pontevedra. Es que se trata de elegir presidente del Gobierno.