La aún corta carrera parlamentaria de Ciudadanos „tanto en las Corts como en el Congreso de los Diputados„ está siendo, como mínimo, llamativa en lo que se refiere a la defensa „la no defensa sería más apropiado„ de los intereses y la identidad valenciana. Tras el sonado desprecio de la anterior portavoz, Carolina Punset, al valenciano „no se olvida tan fácilmente aquella crítica al empeño de miles de ciudadanos de hablar en «aldeano»„ ahora su sucesor Alexis Marí intenta explicar lo inexplicable: que tras haber apoyado en el parlamento autonómico la reforma del Estatut, el pasado martes sus diputados se abstuvieran en la votación en el Congreso de ese mismo texto. Todo ello, sin olvidar el aviso del mismísmo Albert Rivera en plenas Fallas: de deuda histórica, ni hablar.
Una cosa sí que hay que reconocer: al final, y pese a los eventuales cambios de opinión, son fieles a una idea clara de Estado que parece apostar por una recentralización y una limitación de las autonomías y los signos de identidad propios. Una versión actualizada de la «una, grande y libre» alejada, eso sí, de cualquier identificación con la dictadura que impuso a sangre y fuego esa idea nacida ya en los tiempos de Fernando de Aragón.
Con todo, el discurso moderno y pretendidamente centrista de las huestes ciudadanas empieza a hacer aguas también en su discurso desde Madrid. Así, a la primera ocasión de aplicar en la práctica el programa de gobierno pactado con el PSOE, abandonaron a su supuesto aliado: el martes se abstuvieron en la votación para paralizar la Lomce, que estaba recogido en el documento tan pomposamente firmado con Pedro Sánchez. Un aviso, sin duda, para los socialistas, de la fiabilidad de sus compañeros de carrera en pos de la Moncloa.
El equilibrismo político necesita de malabaristas acreditados. Por el momento, los números empiezan a fallar. Necesitan de más ensayos y, sobre todo, de más inteligencia a la hora de diseñarlos.
