El robot de Microsoft; el prodigio de la inteligencia electrónica; el pensamiento cibernético; el cerebro artificial, capaz de aprender solo y de relacionarse; la virguería tecnológica, potente, rápida, capaz, asombrosa pero inocente como un pichón. El robot de Microsoft ha fracasado nada más entrar en contacto con el ser humano. Parece ser que al maquinorro, pletórico de circuitos y conexiones, le fallaba estrepitosamente la sindéresis, y no sabía distinguir entre pelajes e intenciones cuando interactuaba con extraños; que se trataba de un metálico chaval d´Aveyron, inteligente pero absolutamente cándido, que asimilaba igualmente las bondades y las maldades; con lo cual, tras haber alternado varios meses con una muestra representativa de la sociedad, estaba poco menos que pervertido.

Microsoft, nuevo Frankenstein, ha querido imitar al hombre, pero le ha salido un monstruo: un robot que, si hubiera podido zafarse de la desconexión, se habría convertido pronto en un jayán de la peor catadura; en una especie de maleante listísimo cuyas posibles tropelías han quedado, afortunadamente, en el abismo de lo ignoto. Se ha cumplido en la robótica esa máxima rousseauniana según la cual toda mente nace bondadosa pero la sociedad la corrompe. Habrá, por tanto, que ampliar el adagio latino del homo homini lupus para extenderlo a las nuevas realidades que ha traido y seguirá trayendo el progreso; dejarlo, por ejemplo, en un homo omni lupus.

El contacto con el hombre civilizado resulta perjudicial; y si no, que se lo pregunten a los fugitivos de la guerra siria. O al robot de Microsoft. Lo han apartado del hombre como se aparta un tierno infante de cualquier ayuntamiento: para que no caiga en la depravación. Era una ingenua inteligencia sintética, un bonito logro de la ingeniería que se acercaba candorosamente a sus creadores en busca de conocimiento y edificación, y ha terminado repleto de groserías y bajezas, de zafiedades y abyecciones, de indignidades y hediondeces. El humanoide no estaba preparado para vivir entre humanos. Ahora Microsoft, si tiene presupuesto y ganas, deberá sacar, como lenitivo de la costalada, un robot mejorado, moralmente avisado, con criterio propio, que desconfíe del bellaco zalamero que tiene ante sí.