A raíz de las lluvias caídas en los últimos días en zonas donde hacía tiempo que no llovía, en algunos de los grupos de Whatsapp en los que participo se ha vuelto a encender una curiosa polémica sobre cuáles son los vientos más húmedos para que llueva en cada sitio. Para que los vientos traigan humedad que, cuando otras circunstancias lo propicien, suponga lluvia, es necesario, evidentemente, que vengan del mar. En el entorno del Mediterráneo parece evidente que esos vientos han de venir del primer y segundo cuadrante, es decir, del sudeste, del este o del nordeste, aunque en algunos casos hay quien resume fácilmente esto con que vengan de «levante». El sinuoso perfil del litoral mediterráneo y los obstáculos que suponen las alineaciones montañosas cercanas introducen una gran cantidad de matices. Las costas de una buena parte de la Andalucía mediterránea (todas excepto la del levante almeriense), ciertos sectores de las provincias de Murcia, Alicante y el norte de la de Castelló y una buena parte de Cataluña miran hacia el sur, y son los vientos de componente sur y sudeste los que propician más lluvia, si la situación sinóptica acompaña, más aún cuando unos kilómetros hacia dentro las sierras próximas provocarán el efecto disparo. Ciertos sectores de Almería, Murcia, Alicante, Valencia, Tarragona y Girona sí se orientan claramente al este y sí que son los puros levantes los que más lluvia son capaces de generar. Solo el sur de la provincia de Valencia y el norte de la de Alicante miran hacia el norte y son allí los nordestes e incluso los nortes los que más precipitación ocasionan. En el caso de las Islas Baleares, casi cualquier viento les puede llegar con recorrido marítimo, pero es evidente que en la isla más grande y con un relieve más definido, Mallorca, según cuál sea el viento predominante unas zonas quedarán más a sotavento que otras. No obstante, ¿puede un viento aparentemente terral originar precipitaciones destacadas? Sí, evidentemente. En las lluvias que tuvieron lugar entre el 4 y el 6 de abril la gran cantidad de observatorios de las redes de aficionados nos permitieron captar matices, no ya entre unos pueblos y otros, sino dentro de un mismo municipio. Comprobamos como vientos del noroeste, aparentemente terrales, pero que hacía poco que habían pasado por encima del Mediterráneo, por la configuración del giro ciclónico de la borrasca, dejaban más lluvia en ciertos sectores interiores bien expuestos, que suelen quedar a sotavento con vientos húmedos como los descritos con anterioridad.