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Vota por Los hartos

Hay que proceder de inmediato a constituir el Partido de los que Estamos Hartos, que se conocerá como «los Hartos» porque la sigla PEH incita a la pronunciación dispar: pe (ortodoxa) o pej (anglosajonizante). Los Hartos estaría constituido por ciudadanos absolutamente hastiados con la Banda de los Cuatro. Con Iglesias, por buscar descaradamente sillones ministeriales para sus revolucionarias posaderas. Con Rivera, por firmar un pacto de gobierno insuficiente solo para aparecer como el más dialogante. Con Sánchez, por intentar hacernos creer que creía posible lo que sabía que era imposible. Y con Rajoy, por practicar el buitreo de esperar a que el campo se llene de cadáveres para comer a placer.

Ante tanta perfidia y mendacidad, los Hartos presentarían una candidatura con un solo punto en el programa: «Estamos aquí para que no vuelva a pasar». Y con un único compromiso: facilitar los pactos de gobierno con una actitud abierta, dialogante, transigente y positiva, pero sin aspirar a cargo alguno. Si los diputados de los Hartos más los de otro partido sumaran mayoría absoluta, se apoyaría la investidura del candidato de dicha formación. Si esta situación se diese con más de un partido, entonces se apoyaría al más votado por los ciudadanos.

Si se diera una situación parecida a la actual, en la que son necesarias tres formaciones para completar la mayoría absoluta, los Hartos convocarían a los mejores expertos internacionales en negociación política y resolución de conflictos para estudiar todas las alternativas de síntesis y elegir la mejor. La autoridad moral de que se dotaría este proceso convertiría la resolución adoptada en insoslayable para las otras formaciones.

Para los Hartos estarían prohibidas las líneas rojas, los principios inamovibles, las propuestas irrenunciables y las palabrotas de jerga política impronunciables. La campaña electoral se basaría en el eslogan «Estamos hartos», concepto que pueden suscribir cien de cada noventa y nueve españoles, y se realizaría a través de las redes sociales y de las tertulias televisivas de medianoche para no gastar ni un euro. Para los pocos gastos que pudiera haber se recurriría al crowdfunding (en castellano, «hacer una colecta») y a la venta de camisetas, globos, bufandas, adhesivos y cositas para colgar del retrovisor.

Tras formarse la mayoría absoluta en las Cortes con la ayuda de los Hartos, la primera ley sería una reforma del reglamento para permitir la delegación de voto. Acto seguido, sus diputados delegarían el voto en el portavoz del grupo de gobierno, pues se trata de garantizar la gobernabilidad, y se irían a sus casas y a sus obligaciones ordinarias. Ni que decir tiene que renunciarían a sus emolumentos a favor de instituciones benéficas.

La pregunta obvia es la siguiente: ¿Y si los Hartos ganan las elecciones? En tal caso se convocarían inmediatamente nuevos comicios, porque los que están hartos deben hacer sentir su voz, pero desde el hartazgo y nada más no se puede gobernar en positivo. El hartazgo es bueno cuando impulsa y exige, pero cuando manda deriva fácilmente en demagogia.

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