Una nueva columna sobre los escritos del papa Francisco, en la medida en que suelen tener una repercusión social que trasciende las fronteras de la estricta feligresía. No llega, sin embargo, Amoris Laetitia a los niveles de contemporaneidad de su famosa encíclica socioecológica Laudato sí. Quizás por tratar sobre el amor en familia, una de las claves intocables de la Iglesia Católica. De hecho, no se trata en este caso de una epístola, que básicamente comunica y aconseja, sino de una amplia exhortación, término que contiene una marcadamente intención persuasiva y urgente.

El texto comunica las conclusiones de los últimos sínodos de los obispos sobre la familia. En él se entrevén los esfuerzos de Francisco por actualizar la Iglesia ante la realidad de la ampliación de modelos de convivencia y la normalización de distintas opciones sexuales, pero sin incurrir en enfrentamientos excesivos con los garantes de la doctrina „de hecho parece ser que el actual Santo Oficio, siempre vigilante, ha modificado algunos aspectos del borrador inicial. Recomienda a los sacerdotes y obispos no apartar radicalmente de la Iglesia a los divorciados con nueva unión y a los homosexuales, pero tampoco establece una pauta de aceptación definitiva. Por lo tanto, no hay un cambio de doctrina, sino una llamada a la comprensión benevolente de la diversidad, siempre resaltando la perfección del matrimonio católico entre hombre y mujer «que se donan recíprocamente un amor exclusivo y hasta la muerte», al que hay que tender indiscutiblemente. Pero los modelos totalitarios de perfección no siempre son probables, ni suelen coincidir con la vida real. Así, la familia plural, las formadas por homosexuales, por parejas no casadas o casadas por lo civil, por divorciados que vuelven o no a casarse pero sí a formar nuevas parejas, es todo ello un sano ejemplo de ampliación de formas posibles de convivencia que no necesariamente generan más desamor que las estrictamente católicas.

Con esta exhortación, la Iglesia ha dado un pequeño paso que la aproxima algo más a la contemporaneidad desde su conocida tendencia medievalista. Una aceptación que tiene mucho más de transigencia bondadosa que de cambio real de doctrina, que no es el caso. Como dice el buen analista Juan G. Bedoya, cuando la Iglesia habla de proteger la familia en realidad se refiera a proteger su estricto modelo frente a la rica variedad de las formas de familia contemporáneas. Amoris Laetitia: la alegría del buen amor, que se expresa en el cuidado de otros formando una comunidad, es precisamente un valor fundacional de la cultura que trasciende el deseo de constreñirla a falsos modelos de perfección. El amor está por encima de los dogmas, afortunadamente. Que así siga siendo.