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Martí

Los silencios cómplices

Antes que el PP valenciano emprendiera su gran revolución cultural, con más derivas soviéticas que chinas, hubo un conseller auténticamente liberal. Ferran Villalonga, el primer responsable del ramo de la era popular, nombrado por Zaplana, fue el más coherente. Se negó a nombrar a Consuelo Císcar como directora del IVAM, pese a que ella había celebrado la victoria popular del 28 de mayo de 1995 como nadie. Císcar había reclutado a unos cuantos artistas de la cultureta „amigos, conocidos y saludados„, para la causa del PP. Unos listos que habían vivido a lo grande de la subvención socialista y que no tuvieron ningún trauma cuando pasaron a ser protegidos y bien tratados, durante los cuatrienios populares. Esas glamurosas compañías pictóricas fueron suficientes para que se autoproclamará candidata a dirigir el IVAM, la joya de la corona.

Sin embargo, Villalonga se decantó por Juan Manuel Bonet, un crítico de prestigio, que pretendía dar continuidad a la solida trayectoria de una de las mejores pinacotecas contemporáneas de Europa, que había costado construir en la incipiente administración autonómica. Como la asignatura del centroderecha valenciano continua estando en la falta de un verdadero componente liberal, cuando el heredero de la saga bancaria huyó de los despachos de la avenida de Campanar, Consuelo Císcar preparó el asalto definitivo a Guillem de Castro. Le costó un poco más de lo previsto, pues Marcela Miró, Francisco Camps y Manuel Tarancón aguantaron la presión mientras fueron consellers de Cultura. Pero Esteban González Pons sucumbió enseguida. Tiempo le faltó para nombrar a Consuelo Císcar jefa del IVAM, pese a que toda la Valencia artísticamente honesta se temiera lo peor. De nada sirvió aquello del que avisa no es traidor. Alejandro Font de Mora, Trini Miró, Lola Johnson y María José Catalá, la mantuvieron en el cargo sin rechistar. Su actual silencio, ante la constatación del escándalo, reviste de impunidad una gestión más que irregular, como ha comprobado la policia y el fiscal anticorrupción.

La verdad es que sería sorprendente la entonación del mea culpa de alguno de ellos, aunque también se lo deben hacer mirar. En cambio, el actual responsable del IVAM debe manifestarse más pronto que tarde. José Miguel García Cortés formó parte del círculo íntimo de Císcar y el intento de desmarcarse de su antigua tutora, o su parentesco directo con un dirigente histórico de Compromís, no le eximen de aclarar algunos asuntos actuales. Es evidente que ha colaborado con la justicia, faltaría, pero mucho me temo que sin cambio de gobierno hubiera seguido algunas directrices del antiguo régimen.

Los distintos miembros del Consejo Rector del centro de arte, por muy venerables que sean, también deberían salir a la palestra, no tanto como táctica de defensa, sino para salvar el buen nombre del IVAM, que es lo que deben hacer de inmediato Marzà y Girona.

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