La aplicación de mensajería Whatsapp implementará una función para escribir con negrita y cursiva. ¡Ya era hora! Mutatis mutandis lograremos dignificar nuestros paupérrimos canales de comunicación. El emoticono aporta un contexto distinto a la palabra escrita. Este sistema primitivo de rostros emotivos añade matices a la conversación, sin los cuales surgirían malentendidos. Escriba a su interlocutor «te voy a matar» y acabará directo en el juzgado. Así, a bocajarro, la carga semántica desprende demasiada virulencia. Añada a esta expresión una carita burlona o besucona -sírvase usted mismo- y de buen seguro despertará la tierna sonrisa de su destinatario.

Así y todo, el supuesto diálogo „¿o mejor monólogo?„ a través de artefactos acarrea serios malentendidos. El término logos abriga sutiles matices: «palabra», «lenguaje», «pensamiento» y «racionalidad». Se dialoga con el otro, cierto, pero también con uno mismo. Algo que se pierde y empobrece abusando de la mensajería, tan alejada de la intimidad, tan frívola, tan carente de ternura, sin complicidad ni otros factores determinantes en la comunicación como puedan ser la mirada, la gestualidad, la respiración, la entonación, la distancia entre los cuerpos que también «dicen» y comunican. La escena, por tanto, causa estupor: jóvenes cultos sumergidos en la tenebrosa caverna tecnológico-virtual, ajenos a una vida reflexiva, indiferentes a su propio mapa emocional y a tantísimos problemas mundanos que directa o indirectamente atañen (o no) a su felicidad. Generaciones de estudiantes zombis hiperconectados a la exigua realidad de su ombligo, sin recursos gramaticales, ni morales, ni emocionales.

A saber a quién le importa la negrita y la cursiva, peccata minuta en comparación con la necesidad de vomitar bilis y neuras urbi et orbi. El logos ha sido eclipsado por lo instantáneo, lo irreflexivo, el disparate y el arquetipo de la sombra junguiana. ¿De qué sirve una simple cursiva? ¡Bah! ¿Es posible comunicar, comunicarse, sin saber escribir ni pensar? ¡Vivir es interpretar! Pero esto „con cursiva o sin ella„ exige ciertas dosis de altura moral, psicológica e intelectual. A buen entendedor, pocas palabras (y cursivas) bastan.