La Comunitat Valenciana no levanta cabeza. Panamá se nos viene encima y la repetición de elecciones generales implica que no habrá gobierno hasta octubre. La problemática valenciana exige soluciones para que la situación financiera y social no se deteriore sin remedio. A la caverna le da igual. El Consell que salió de las urnas en mayo de 2015 no puede esperar para reformar y gobernar. Los ciudadanos que votaron por el cambio pierden la paciencia sin percibir que la trayectoria pública y las personas que la gestionan hayan cambiado.

El otro flanco es el síndrome de Panamá en la evasión de capitales, que tiene su deriva valenciana. Los episodios de corrupción que emergen tienen su incidencia en la fuga de capitales a países donde prevalece la opacidad. El dinero que necesita salir ha provocado la dimisión del ex primer ministro de Islandia „donde no van con bromas„ Sigmundur David Gunnlaugsson, tiene contra las cuerdas al premier británico, David Cameron y ha fulminado al ministro español de Industria, José Manuel Soria, que ensombrece el futuro del PP.

No todo es Panamá. Es imposible que se concentre en este pequeño país centroamericano el 20 % de la riqueza (PIB) mundial. Ese es el dinero evadido. Están también las Bermudas, las islas Vírgenes, las Bahamas, las islas Caimán, la isla Jersey y la de Man, Luxemburgo, Liechtenstein, Mónaco, Andorra o el Banco Madrid, el único intervenido con superávit, si se pone en el punto de mira de los grandes bancos y de las recomendaciones estadounidenses, a pesar de estar controlado por el Banco de España. ¡Viva la soberanía nacional! En la lista están algunos paraísos fiscales y albergues de empresas opacas. Suiza, en pleno corazón de Europa, es el paradigma de las cuentas cifradas, con el aliciente del férreo secreto bancario y de la moral calvinista, como característica de un país neutral por definición. Y como advirtió el conde de Romanones en un célebre artículo de 1914, «hay neutralidades que matan».

Además del cinismo y la hipocresía, cabe recordar que Voltaire, filósofo del siglo XVIII ya era cliente de los banqueros suizos. A él se debe la afirmación de que «si usted ve a un banquero de Ginebra saltar por la ventana, sígale, porque es seguro de que va a haber dinero donde caiga». En su libro Cuentas cifradas (1982), Nicholas Faith refería que en el naufragio del Titanic había dos banqueros del Swiss Bank Corporation. Y sobrevivieron.

Sin embargo, más que la existencia de dinero incontrolado, lo que ha de preocuparnos es su origen. Proviene del blanqueo, la evasión, el fraude fiscal, estafas, desfalcos, cohechos y actividades turbias. Los que van a Panamá huyen de algo. Resulta difícil entender cómo los va a perseguir el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, célebre por amenazar a las comunidades autónomas por el imposible cumplimiento del déficit. Si él y su gobierno, presidido por Mariano Rajoy, quieren acabar con las autonomías, que lo digan abiertamente. No es solución económica, social y política la devolución de las competencias más gravosas „educación y sanidad„ para sobrellevar el drama y transigir con el chantaje.

Para asimilar el desastre no basta con levantar acta del caos. Es preciso arbitrar mecanismos políticos para relanzar la inversión „recomendada por el FMI„, la normalidad y la financiación justa. Se ha decretado la intervención presupuestaria de la mayoría de las autonomías a cargo de Cristóbal Montoro, de su Ministerio de Hacienda y de los hombres de negro de la Comisión Europea, con el objetivo de desmontar el Estado de las autonomías por inviable. El presidente de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, desde su utópico rincón, pretende alinear y liderar un frente de territorios y nacionalidades agraviados, entre los que se encuentra la Comunitat Valenciana presidida por Ximo Puig, junto con Baleares, Murcia, Aragón y Andalucía. El Eje Mediterráneo, sin ir más lejos.

Joaquim Gay de Montellà, líder de la gran patronal Foment del Treball, ha publicado un artículo clarificador titulado, «El vector político». En él se muestra partidario del pacto político para la estabilidad. No hubo nada más estable que la dictadura franquista. Reafirma los tres niveles de actuación pública: la comunidad autónoma en conflicto con el Gobierno central; la dimensión del Estado español „tan deprimida y desacreditada„ y el amplio horizonte europeo, que resume con un lamento: «Vivimos días tristes para Europa». Cuesta restaurar la trayectoria ascendente cuando los causantes del desastre pretenden actuar de guardianes del orden que han prostituido. La bancarrota tiene responsables, mientras la evasión de capitales, además de ser un mal endémico, está protagonizada desde los resortes del viejo poder. De nuevo tenemos las zorras dentro del gallinero.