La bióloga norteamericana Rachel Carson lideró una importante denuncia ambientalista durante la década de los sesenta ante el impacto de químicos como el DDT utilizados en el campo. Su valiente ensayo Primavera silenciosa, en alusión a la ausencia de cantos de pájaros a causa de la contaminación de los ecosistemas, se ha convertido en un clásico imprescindible. El enmudecer de las aves por la polución atmosférica recuerda esta primavera al déficit de colorido floral que presenta el campo como consecuencia de las pocas lluvias registradas desde el otoño. La sequía prolongada en el área mediterránea está provocando una caída importante de la floración de especies típicas, como por ejemplo, jaramagos, escabiosas, cuernecillos, tréboles, cardos, etc. El monte sin flores genera un gran impacto paisajístico, ya que la vegetación presenta una aspecto muy seco, más habitual de finales de agosto. Pero, además, puede tener consecuencias para la biodiversidad. En primer lugar, afecta a la reproducción de las propias plantas. Y, en segundo, esta circunstancia incide sobre las poblaciones de insectos polinizadores como mariposas, abejas o ciertos escarabajos. No disponemos de datos concretos, sin embargo, según en las zonas y los regímenes pluviométricos, el campo vive una primavera silenciosa, tanto en colores como en aromas.

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