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Demasiados días

Me parecen demasiados 21 días en un prostíbulo para conseguir lo que Meritxell Martorell nos mostró en el regreso de este programa. La periodista toma el relevo protagonista y en primera persona de Samanta Villar y Adela Úcar, debutando con el tema de la prostitución, todo un clásico del género en Cuatro: desde los Callejeros hasta hoy, no hay reportero de la cadena que no se haya paseado por los bajos fondos del oficio más viejo del mundo en busca de audiencia. En esta ocasión sin demasiado éxito y con razón.

La reportera se instala en un club de alterne de lujo en Zamora y repite a la cámara sin cesar que ella nunca se vendería. Eso sí, se viste cortita para pasearse por el local, le da un masaje casto a un cliente, baila cogida a una barra y se tumba sobre una mesa en bikini para que un grupo de amigos coman sushi servido sobre su cuerpo.

Tanta superioridad moral no debió ayudar a Meritxell a ganarse la confianza de las trabajadoras del sexo. Apenas tres hablan a cámara durante las tres semanas de grabación y, lamentablemente, sus historias tristes no descubren nada nuevo sobre un mundo marcado por la necesidad. En algún momento la grabación se adentra en la intimidad de las habitaciones, en busca de un morbo que cristaliza en un jacuzzi con muchísima más pena que gloria. El testimonio de los clientes masculinos tampoco va más allá de la anécdota en un ruidoso reportaje con pocas nueces de fondo.

El uso y abuso de reporteros omnipresentes está demasiado visto y 21 días exige credibilidad, implicación y empatía para conseguir algo auténtico que vaya más allá de las obviedades. Para hablar a cámara en la ficción, mucho mejor Kevin Spacey en House of cards.

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