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Postureos ante una manifestación polémica

Resulta decepcionante constatar como décadas después de la Batalla de Valencia, los fantasmas del secesionismo, el papanatismo y los complejos redivivos -en una y otra dirección- siguen vigentes. Esta tarde primaveral la capital del Regne parecerá la cuna del soberanismo y reviviremos la ridícula pirotecnia que acontecimientos tan atípicos como una manifestación de esta ralea suelen desencadenar a posteriori. Es cierto que determinados conflictos internos sólo los hemos maquillado desde el «País perplex» de Marqués y que seguramente lo del lío permanente es congénito al hecho valenciano. Pero todo ello es tan evidente como que la derecha ha hostilizado tanto el ambiente en los últimos lustros que se ha convertido en una productiva factoría de manifestantes.

La Fábrica. Nuestro centroderecha fabrica, entre otras cosas, miles de nuevos nacionalistas cada año. Y lo hace con frenesí estajanovista. Esos son los hechos. Hoy miles de personas tomarán el centro de Valencia con señeras catalanas en un número jamás conocido a orillas del Túria. Las crónicas postreras y las redes sociales desmentirán así al president Puig cuando tilda el fenómeno de «una chorrada y una paranoia». Y eso, también son hechos.

Catalanes. Los últimos gobiernos populares han convertido a indiferentes en militantes de Compromís con gran entusiasmo. De aquí unas horas, en nuestro manifestódromo doméstico, la geografía humana, la parafernalia pro-catalana y su banda sonora, la indumentaria y el arsenal verbal típico se repetirán respecto a otras ediciones del 25 d´abril. La única novedad -no baladí- es que la policía verá multiplicado el número de manifestantes gracias al viento de popa del DOGV y el clembuterol externo. Para esta ocasión los organizadores han logrado reclutar a las CUP, adalides del nuevo naturalismo y legión de choque de Ada Colau, que impedirá a los barceloneses animar a la selección de Piqué en las Ramblas por razones de orden público pero seguro que avala la excursión de sus socios a Valencia para consolidar el realismo mágico del país soñado

Postureo. A diferencia de otras ediciones en las que los participantes cabían en un taxi, en esta ocasión la foto fija que proyectará Valencia es que se ha rendido al independentismo. Nada más lejos, pero en la sociedad de la información quien da primero da dos veces.

Ante la manifestación los políticos locales se dedican al postureo. A saber. ¿Ha marcado o marcará diferencias el tripartito y su Consell respecto a esta demostración de fuerza absolutamente legal, por otro lado? ¿Se limitarán a validarla con respeto poniendo énfasis en el factor histórico de la fecha y la pérdida dels Furs? Habida cuenta de que buena parte de su feligresía simpatiza con los eslóganes principales, demostrado que firmarían lo que reza en las pancartas y presumido que muchos de ellos desfilarán a título personal junto a las estelades ¿se atreverá el gobierno a alejarse del statu quo inconstitucional que se preconiza?

Reacciones. Segundo postureo. No es que los valencianos estemos muy preocupados por las banderas -y deberíamos acostumbrarnos a respetar todo tipo de manifestación- pero es previsible que la marcha ofenda a un buen número de ciudadanos. Quizás para sincronizar con ese pocoyó patriota que algunos dentro tanto el PPCV como Ciudadanos se han embarcado en una carrera de «senyeres» para ver quién la tiene más grande. Lo han hecho como el zaguero que llega tarde al corte. Primero está la contramanifestación convocada el miércoles próximo por Ciudadanos, que pretende darle un perfil nacional para asegurarse el eco.

Sin embargo, la concentración que ha organizado el partido de Albert Rivera en Valencia no será ni de lejos tan vistosa y multitudinaria como el aquelarre vespertino de hoy. Al no aguantar la comparación Ciudadanos ya ha perdido la batalla de la imagen. Por añadidura, cabría preguntarse por qué una formación que vota contra el derecho foral valenciano, la reforma estatutaria o el reconocimiento de la deuda histórica se envuelve en la real senyera para la ocasión. No es nueva esta forma de interpretar el valencianismo. Nos limitamos a señalar esa impostura.

¿Y el PP? Últimamente al PP le madrugan todas las iniciativas. Se entiende, está en otras cosas. Los populares han logrado generar en la CV una inesperada corriente de voluntades que alimenta la manifestación de esta tarde. Eso no significa que de repente los valencianos se hayan echado al monte del soberanismo. Los mismos muñidores del Botànic reconocen que su patria no puede ser inventada, sino pensada. El capital social que gestionan tiene mucho que ver con el hartazgo de las legislaturas anteriores, la mala praxis y el maltrato a sus votantes por parte de los populares. Y algo menos de lo que piensan con un inesperado despertar del valencianismo político. En este contexto al PP de Isabel Bonig se le nota la desorientación del outsider, la confusión del último en llegar a la fiesta.

Las primarias, una pamema

Se leyeron a Brené Brown y la perfección de la vulnerabilidad y nos vendieron la cabra de la nueva política. Iban a regenerar la vida pública, eliminar las puertas giratorias, perseguir la corrupción, erradicar el nepotismo, las prebendas de los cargos públicos o alertar las conciencias. Y sacralizaron las primarias. Ahora los partidos, los de siempre y los nuevos deben rediseñar sus candidaturas a la vista de las nuevas elecciones. Los todavía mayoritarios andan cambiando cromos y se verá alguna sustitución, manu militari. Sin embargo los que santificaron las primarias las han hecho desaparecer por arte de birlibirloque. Renuncian al sistema después de prometer lealtad eterna al invento. Por falta de tiempo dicen. Ya.

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