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Citas con luz y audímetros

Las llaman citas a ciegas pero hay luz y audímetros. Y, por si acaso, bautizan el programa en inglés aunque no haga puñetera falta. Cuatro titula First dates a lo que perfectamente podría llamarse Primeras citas mientras la RAE predica en el desierto y las paredes del romántico restaurante donde sucede todo también se llenan de mensajes multilingües para conjugar el verbo amar. Será que así todo suena más cool, trendy y Mr. Wonderful. De hecho el programa arranca con Carlos Sobera diciendo, sin levantar casi la ceja, que tal como está el mundo hay que aportarle un poco de amor. Y a eso la tele más cotilla siempre se lanza con entusiasmo.

También ha de parecer cotilla y entusiasmado Sobera, en su nuevo papel de metre Cupido en el restaurante del amor. Le acompañan guapas camareras y un barman que, además de guapo, es argentino. Ya saben, por si decae la conversación.

Disculpen el tópico, pero resulta que First dates está repleto de ellos. Empezando por los autonómicos, desde la catalana loca por los andaluces salerosos a la valenciana que no quiere ir al norte a pasar frío porque los gallegos le parecen rancios. La representación de nuestra comunidad ha sido notable y variada en los primeros programas, aunque no siempre ha acabado a besos.

El colmo de la cuota de mal rollo se lo llevó el primer día Pepa, periodista y bloguera de sexo, enfrentada a un borde que no buscaba novia sino bronca.

Pero en la tele como en el cine ganan los finales felices por goleada. Será que en el casting logran afinidades y así juntan a Carlos y Antonio, dos manchegos convencidos de que su adorada Sara Montiel los ha unido. Una de esas parejas que se besa antes de los postres, justo antes de cuestionarse su compatibilidad sexual.

Al más lanzado de los veinteañeros la cama le importa y lo explica desinhibido: «Para ir a un museo ya puedo ir con mi tía la coja». Así es la generación Facebook, que se escapa al baño para retomar el móvil con ansia y usar el comodín de la llamada. A veces lo más impúdico es desnudar los sentimientos y resulta más interesante que empezar, como el Génesis, por jugar a Adán y Eva.

El mando. La audiencia manda y por eso Aquí mando yo no ha pasado de la primera emisión en Antena 3. Un programa de zapeo tan aburrido y falto de interés que merecía una retirada a tiempo antes de mayores derrotas. La voz de Miki Nadal no basta para quedarnos a ver cómo grupos de espectadores comentan la tele desde el sofá. Lo raro es que el formato lleva siete temporadas triunfando en Inglaterra. O allí lo hacen mejor o no tienen vetadas las imágenes de Telecinco, que dan tanto juego.

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