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Ha muerto Ribes, un «home bo»

No t´ has enterat? Ribes ha mort. Al otro lado del hilo telefónico se escucha el silencio triste, el recuerdo del pelotari y del hombre; del feridor de los primeros tiempos en los que un servidor pisaba los trinquetes, y del hombre, ya retirado, siempre cercano, atento, sonriente y generoso. Ha muerto Bautista Ribes, un pelotari de postín y un hombre que ha marcado para bien la vida de cientos, de miles de personas. Fue protagonista de grandes desafíos desde que de bien pequeño comenzara a jugar en el trinquete del pueblo donde nació: Guadassuar, en 1936. Debutó en el trinquete de Villanueva de Castellón junto al Xato de Guadassuar contra Ortega y Llopis, porque Llopis comenzó de mitger. Como era un hombre humilde, humilde era su comportamiento en la cancha. Nunca se metió en camisa de once varas, ni quiso restar protagonismo a los escaleters. Quizás por ello , por su carácter y la sabiduría que transmitía era un compañero ideal. Fue elegido por Juliet y por Eusebio; por Rovellet, Soro, Suret, Antoniet o Fredi y Genovés.Su nombre aparece en el listado de campeones nacionales, junto a Eusebio, en el año 1968, junto a Suret y Xatet, en el año 1969; junto a Fredi y Xatet II, en 1986 y con la misma formación en 1991, ya con 45 años. Cuatro títulos nacionales no los han conseguido todos.

Y sin embargo, Ribes ha conseguido un premio mucho más satisfactorio que el de los títulos deportivos. Ha conseguido la sincera estima de miles de enfermos que recibieron su sonrisa, sus palabras de ánimo, su consuelo, su auxilio, siempre acompañado de una revista, de un diario, de un detalle, en las frías salas de un hospital. Porque Ribes entregó su vida extradeportiva a visitar durante las mañanas los hospitales valencianos y saludar a los enfermos. Era querido por todo el personal sanitario, desde el más humilde auxiliar al más prestigioso de los catedráticos cirujanos. Miles de favores ha conseguido Ribes pues siempre atendió las angustias de la urgencia de algún conocido. Y todo aquello lo hacía cada uno de sus días, calladamente, como se hacen las cosas del corazón. Por todo ello hoy recibirá en el tanatorio de Bétera, su pueblo de adopción, el calor de tantos a los que ayudó, que lloran su muerte porque él supo llorar con ellos. Descanse en paz quien tanto trabajó por llevar una sonrisa, una palabras de aliento y de paz.

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