Asisto hace unos días a una conferencia sobre entornos salutogénicos. Es una de las apuestas por la salud pública de la Unión Europea y la Organización Mundial de la Salud para hacer de las ciudades espacios que favorezcan la salud de las personas. Se están desarrollando programas de investigación y de trabajo de gran importancia en diferentes países y ciudades del mundo y de Europa con este fin. También en España, aunque de manera puntual, pero no por ello menos destacado. La ciudad industrial, contaminada y generadora de enfermedad, se ha ido transformando, en algunos casos, en entorno saludable. Pero hay que dar un paso más y convertir las áreas urbanas en espacios que valoren sus activos de salud y los potencien como agentes generadores de salud. Los higienistas del siglo XIX hablaban de ciudades salutíferas. Y proponían reformas urbanas para mejorar el entorno de las ciudades, como el diseño de parques y espacios arbolados en las calles y plazas. Como ha demostrado un grupo de investigadores americanos en un reciente estudio publicado en la revista Nature, hoy se sabe que tener un promedio de 10 árboles en un área de la ciudad mejora la percepción de la salud de una manera comparable a un aumento de ingresos personales anuales equivalente a 6.000 euros o, algo más apreciado seguramente, a ser 7 años más joven. Un árbol es un tesoro; es un ser vivo que da vida. Un elemento salutogénico. Muchos más árboles deberíamos tener en nuestras ciudades, especialmente en el mundo mediterráneo donde la vegetación no es muy abundante a causa de sus precipitaciones poco abundantes.

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