Decía George Orwell que en tiempos de incertidumbre la gente está dispuesta a volver la cabeza hacia cualquier cosa. Hoy, en nuestro viejo continente, la situación económica y social hace que las miradas se dirijan incluso hacia opciones xenófobas. Frente a ello, Owen Jones, en el Reino Unido, plantea la necesidad de una revolución democrática, llevada a cabo de manera solidaria. Destinada a reclamar por medios pacíficos los derechos políticos para conquistar el gobierno, contando para ello con todos aquellos dispuestos a participar en la busca de una alternativa. Ideas que si fueron pensadas para el Reino Unido, en nuestro país tienen igual aplicación tras el resultado de las pasadas elecciones generales y el acuerdo pendiente que, previsiblemente, deberá producirse.

Tras la caída del muro de Berlín en 1989 y con la crisis económica, y fundamentalmente social, desde 2008, los movimientos de protesta „en España el 15M, principalmente„ dieron lugar a la aparición de nuevas formaciones políticas en lugares distintos ante realidades sociales diferentes para contrarrestar la impotencia general ante las expectativas fallidas. Y ante la repetición de las pasadas elecciones, nos encontramos con la necesidad de dar una respuesta positiva a quienes se muestran dispuestos a participar en futuras negociaciones en busca del acuerdo en el que cediendo todos ganen.

Acuerdo pendiente para reclamar por medios democráticos los derechos que se enumeran en la Constitución y no son llevados a la práctica. Entre otros, los que eviten las situaciones de emergencia social y corrijan el reparto desigual de la riqueza debido al déficit en la financiación de algunas comunidades autónomas, como la nuestra, lo cual supone una desigual prestación de servicios públicos y, en algunos casos, un aliciente añadido para la reivindicación, desde algunas posiciones, del derecho a decidir. Cuestión que si antaño fue considerada como línea roja que no podía traspasarse, hoy debe ser debatida con argumentos que, en su caso, superen a los de la parte contraria.

Recordamos entonces a Eduardo Galeano cuando habla de «los valores de la comunidad» como aquellos que deben permanecer inalterables para la sociedad democrática. Y se cuestiona cómo hemos llegado a la degeneración actual de la vida social, señalando que la solución se encuentra en un modo de pensar, y de convivir, que respete las diferencias, y reduzca las desigualdades, que aprenda de quienes cumplen con su deber, personas con dignidad que nunca aceptarían ninguna corruptela, y que, por el contrario, se escandalizan ante cualquier mal ejemplo. Este es el fundamento que el acuerdo pendiente deberá llevar consigo, buscar la solución del problema en nosotros mismos, mediante una revolución democrática con mayor exigencia personal y actitud solidaria hacia los demás.