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IU: confluencia y absorción

Las bases de Izquierda Unida (IU), por una amplia mayoría, han aprobado la confluencia electoral con Podemos de cara a las próximas elecciones de junio. Han surgido algunas voces discrepantes, por supuesto -destaca sobre todo Gaspar Llamazares, con argumentos tan llamativos como que IU no debería aspirar a ser mayoritaria-; pero, en líneas generales, el grado de acuerdo parece sólido, y también motivado por los números.

La suma de los votos de Podemos e IU habría superado ya en 2015 al PSOE. El aumento en escaños habría sido considerable. En el caso particular de IU, el casi millón de votos que obtuvieron se «despilfarró» al conseguir tan solo dos escaños por Madrid. Naturalmente, aún está por ver si el acuerdo provoca el círculo virtuoso que sus promotores pronostican. Es posible que algunos votantes históricos de IU no quieran «confluir» con Podemos; sobre todo, en un escenario en el que es Podemos quien lleva la voz cantante. También hay que ver la reacción de determinados votantes de Podemos, menos ideologizados, que ejercieron un voto protesta de carácter genérico, y que tal vez no vean con buenos ojos la vinculación con Izquierda Unida (cuyo compromiso ideológico izquierdista es indudable).

Pero, a la espera de que se despeje esa incógnita, está claro que el pacto constituye el principal cambio respecto del escenario electoral de diciembre. Ahora, con IU, Podemos puede aspirar a convertirse en segunda fuerza política; y tal vez, aunque con muy remotas posibilidades, en primera, suponiendo que hagan una gran campaña y el PP desastrosa. Las condiciones del pacto con IU llegan en un contexto mucho más favorable para Podemos que en julio, cuando no cristalizaron las negociaciones. En aquel momento, IU no aceptó convertirse en subalterna de Podemos, ni recibir las «migajas» en el reparto. Ahora, en cambio, la evidencia de los 69 escaños de Podemos y las confluencias, frente a los dos de IU (aunque representen a casi un millón de votantes; y aunque IU también esté representada en dos de las confluencias) es un argumento de muchísimo peso, que aboca a IU a una confluencia en los términos que establezca Podemos. Que les resulte beneficiosa (probablemente IU pueda pasar de dos escaños a ocho o diez, ubicándose en puestos de salida o disputados en distintas circunscripciones); pero que también les deja en una situación muy difícil como formación independiente, diluidos en el seno de Podemos.

Es la eterna cuestión de qué se prefiere ser: cabeza de ratón o cola de león. Formar parte de un partido de masas o encabezar una formación minoritaria. Vistos los números, así como el interés de buena parte de los militantes y cuadros de IU (sobre todo, los más jóvenes), la opción parece clara. Entre otros factores, porque también Podemos surge de IU, en última instancia. Y si se trata de transformar la realidad, de aplicar políticas progresistas, sin duda es más factible lograrlo si se tiene acceso a las instituciones.

Más o menos lo mismo cabe decir de la confluencia valenciana. En diciembre, el pacto con IU, planteado a última hora (el estilo «Pacto del Prado», marca de la casa) no fructificó. Ahora, puede convertirse no sólo en la segunda fuerza política de la Comunitat Valenciana (ya lo fue en diciembre); sino que, en determinadas condiciones, podría aspirar a superar al PP? suponiendo que la suma de Podemos y Compromís con EU sea virtuosa, y las pérdidas de apoyos, irrelevantes. En diciembre, dicha suma alcanzó el 29% de los votantes (25% de Podemos-Compromís y 4% de EU), por 31% del PP. Los nueve escaños de diciembre podrían convertirse en once (los que obtuvo el PP).

Esto también explica, por último, que todos quieran repetir, y profundizar en lo posible, una confluencia cuyos objetivos principales (alcanzar un cambio de Gobierno en España y conseguir un grupo parlamentario valenciano) han sido un fracaso sin paliativos; pero cuyos resultados electorales permiten aspirar a muchísimo más de lo que lo harían sus socios por separado. El mismo argumento, exactamente, que podría llevar a un acuerdo de izquierdas en el Senado que también incluyese al PSPV. Posiblemente, en los próximos meses, y años, el PSPV, y el acuerdo «a la valenciana», tengan mucho que decir como alternativa al modelo de PSOE centrado-centralista que parece estar edificándose desde Madrid y Andalucía. Entre otros factores, porque lo que quizás funcione en Andalucía no lo hace igual en el resto de España.

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