Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Cabanyal, año cero

El gran error de la anterior administración de la ciudad de Valencia fue, sin duda, su cerrazón en el tema del plan del Cabanyal. La situación del histórico barrio marinero había derivado en una especie de duelo político y social, más allá de los planteamientos urbanísticos. Los vecinos opuestos al proyecto de dar continuidad a la avenida de Blasco Ibáñez, devinieron casi en células de resistencia mientras el gobierno municipal practicaba estrategias cercanas al mobbing urbano para doblegar a los núcleos más duros del barrio. Incluso la hipótesis del negocio inmobiliario a generar se había difuminado hace años. Un sinsentido que fomentó una cierta cultura de la frontera, entre el abandono, la presión, el activismo, la fiesta y el florecimiento de comunidades antisistema, espacios de miseria y emigración indigente.

Más de un cuarto de siglo ha durado este intervalo conflictivo en la historia del popular Cabanyal, convertido en el Vietnam ideológico de Valencia, cuya lección fundamental no es la victoria de los unos sobre los otros, sino la convicción de que en nuestro tiempo es imposible el ejercicio del urbanismo enfrentado al magma social al que va destinado. El error básico de los padres del proyecto de continuidad del paseo al mar fue seguir creyendo en los valores del proyecto en sí, soslayando la respuesta social al mismo. No hay razones tan objetivas en el urbanismo, eso es una falacia intelectual, ni siquiera existen principios funcionales empíricos, mucho menos de naturaleza geométrica como creen muchos arquitectos. Una avenida puede ir o terminar en cualquier parte, no tiene un destino único. «No direction home», canta Bob Dylan.

Más grave aún ha sido la creencia, decimonónica, que se pretendió difundir sobre el progreso significativo de las operaciones urbanas de higienización „aperturas de calles o plazas con sus consiguientes reparcelaciones„ supuestos manás del desarrollo y el crecimiento económico. Antes al contrario, desde los años 80 los expertos han creído mucho más en la reconstrucción y sutura de las tramas urbanas históricas. En cualquier caso, y frente a cualquier corriente dogmática en un sentido u otro, cabe analizar singularmente la calidad de las propuestas, y resultaba evidente que el plan municipal para el Cabanyal consistía en una pobre respuesta de trazados y volumetrías „con sus típicos renders satinados. El diseño urbano a escala de enclave brillaba por su ausencia cuando tan necesaria se hace ese tipo de minuciosa respuesta de calidad creativa al problema de la reconstrucción urbana en zonas con carácter e historia. Calidad, pues no basta con las buenas intenciones, y algún que otro mal ejemplo ya existe de ello en el barrio.

Hábil en su política de primeros gestos, el nuevo gobierno de la ciudad dio los pasos necesarios de inmediato para revertir la situación. Curiosamente, las políticas anteriores dejaban en herencia un patrimonio envidiable para impulsar actividad: cerca de 700 inmuebles adquiridos por la hacienda municipal con fines aperturistas convertibles en la punta de lanza para la regeneración prometida. Pero antes había que tener un plan alternativo y surgió la posibilidad de encontrar financiación europea añadida. Ni entonces, ni todavía ahora, se sondeó la posibilidad de incorporar al sector privado. Una oportunidad perdida, pues esa sí hubiera sido una noticia deslegitimadora de las anteriores políticas dado que el Ayuntamiento no consiguió el compromiso perdurable de los fondos de inversión, la banca y/o los promotores como compañeros de viaje en el Cabanyal.

Así las cosas se convocó un concurso en pleno verano „de 2015„ para elaborar el plan estratégico del Cabanyal con el fin de optar rápidamente a los fondos europeos: Valencia podía aspirar a pillar hasta 15 millones de euros para implementar proyectos en el barrio de los 118 asignados a la Comunitat por el programa de Bruselas para proyectos urbanos y administrados por el Ministerio de Hacienda. El concurso lo ganó el arquitecto Carmel Gradolí y un amplio equipo de colaboradores y voluntarios en el que se integraron arquitectos, sociólogos, psicólogos y otros profesionales. La minuta por la elaboración del plan no llegaba a los 30.000 euros, una risa. Tuvieron suerte, otro arquitecto, Tato Herrero, difusor del urbanismo participativo, les ofreció todo su acopio de información social y planimetrías sobre el barrio, al mismo tiempo que Gradolí y los suyos venían de una inmersión en conocimientos participativos.

La maquinaria se puso en marcha y la estrategia, finalmente, se culminó. Puede visitarse en la web vacabanyal.org, con la típica denominación acrónima tan del gusto de los arquitectos contemporáneos. El nuevo plan del Cabanyal se llama ahora Edusi y, básicamente, consiste en regenerar el barrio con múltiples intervenciones, garantizando la diversidad social. Su nudo gordiano se localiza en las dificultades para armonizar algunos de los objetivos identificados, como por ejemplo la inclusión de colectivos actualmente marginados o altamente alternativos, con la necesidad de atraer a nuevos habitantes para dotar de la mínima densidad a un barrio que se ha ido despoblando, y sin que ello produzca la temida gentrificación: el desplazamiento de los vecinos históricos por nuevas franjas de población con mayores niveles de renta o intereses en actividades molestas o saturadoras. Las aproximaciones a la baja calculan que el Cabanyal necesitaría hasta 10.000 nuevos vecinos para reactivarse con dinamismo.

Mientras tanto, en el barrio se mueven poco las cosas. Compás de espera con algunas tibias protestas por la falta de acción. Hay una cierta depresión tras el triunfo de la resistencia. El Cabanyal no ha empezado la reconstrucción. Unos cuantos emprendedores privados han iniciado tímidos proyectos abriendo espacios culturales „con bar„ y algo están agitando al menos. El Ayuntamiento se declara insolvente para iniciar inversiones y propone, erráticamente, la venta de inmuebles para hacer caja mientras impulsa El Musical y autoriza nuevas formas de ocio en la Fábrica de Hielo. Pero falta más osadía, que todos los estamentos municipales trabajen a la vanguardia y con armonía en un objetivo común y fomentar la iniciativa privada, de cualquier tamaño, sin demonizar a los inversores. El Cabanyal sigue en el año cero, esperando su plan Marshall.

Compartir el artículo

stats