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"El gust de rascar el socarrat"

Un vídeo del Consell ha originado alguna polémica doméstica o de andar por casa. Se titula, en versión original „llengua valenciana, sin subtítulos„ «Orgull de ser valencians». Ha costado sólo 34.000 euros. Lo ha producido una empresa catalana. Esto es lo de menos; lo de más es que el vídeo lo hubiera podido financiar la antigua Unión Valenciana de Vicente González Lizondo, padre, a quien tanto critiqué en esta misma sección. Si alguien puede repasar la hemeroteca de Levante-EMV a partir de 1989, lo comprobará.

Aún existía el blaverisme, liderado por Lizondo y María del Consuelo Reyna. Al unísono, el alcalde Ricard Pérez Casado visitaba a Reyna, de extranjis, en su despacho del paseo de la Alameda (hoy, Albereda). Aquí lo dejo€

Este vídeo, retirado oficialmente por el Consell a las 48 horas de su presentación en el Palau de la Generalitat y tras su posterior difusión, jamás lo habría firmado una empresa catalana en los tiempos de Lizondo. Pero ahora, cuando gobierna el tripartito, lo que no entendemos es que el contenido y los mensajes de «Orgull de ser valencians» sean tan tópicos, blaveros y chauvinistas/aldeanos como los de Unión Valenciana.

No duele que la productora sea catalana, porque, al fin y al cabo, cualquier nacionalismo (sea para ofrendar nuevas glorias a España o no) es prácticamente igual a otro nacionalismo. Una hinchazón localista y rústica. El nacionalismo es, en su esencia, totalitario y excluyente. Peligroso. Empezamos a padecerlo. Sólo es el principio. El pequeñín Marzá „no confundir con Nicolás„ simboliza su quintaesencia y la de Els Països Catalans.

Después del fiasco, todo el mundo se ha quitado las pulgas de encima. Pero Mónica Oltra, coach del nacionalismo, ha declarado que los valencianos necesitaban «una inyección de moral». Oltra debería escribir «El manual de autoestima de los valencianos (y valencianas)».

Y es que desde la batalla de Almansa (1707) estamos postrados en la indigencia civil, cultural y económica. Trescientos nueve años huérfanos. «Orgull de ser valencians» debe verse (está en Youtube) con un par de tercios de la cerveza valenciana Alegría, cuya fábrica está en Massanassa. De su notable gama, elegiría la Alegría de Barrio, tostada y ligeramente cítrica.

Como la producción del vídeo no es valenciana, se han enfadado los miembros (y miembras) de Mesav (Mesa Sectorial de l'Audiovisual Valencià), la Atrau (Associació de Treballadors de l'Audiovisual) y también PAV (Productores Audiovisuales Valencianes). No hubo concurso público. La producción de «Orgull de ser valencians» fue adjudicada, a dedo, seguramente, por el pequeño Nicolás, vistos los resultados.

Pero, ¿donde reside la gracia del asunto? En que es un vídeo, repito, blavero, digno de María de los Dolores García Broch, aquella concejal (concejala) del Ayuntamiento de Valencia entre 1986 y 1995. Mujer de confianza de Lizondo. Fue quien empezó a cambiar los nombres del callejero de la ciudad, adaptándolos al valenciano de UV. Para ofrendar nuevas glorias a España€

Al principio, salen los desastres (ciertos) del PP: la Fórmula 1 o las horripilantes esculturas de Ripollés. Al poco, la voz en off asegura que «hem hagut de rebrotar tantes i tantes vegades que ens fet indestructibles». Después, hay imágenes de lo auténticamente valenciano, destruido por el PP: una lligona (herramienta agrícola), una caja de cebollas encima de un carro (falta el haca), estallidos de pólvora, el joc de pilota, las bandas de música, la Albufera, los Moros Et Chrétiennes.

La voz en off habla del «gust de rascar el socarrat» (hay una paella y un perro esperando a que le echen un trozo de conill o pollastre), de las fallas, del «olor de pòlvora i flor de taronger». El orgullo de ser valencianos/as, en suma. Concluye el vídeo electoral con la voz de Carles Dènia. Canta «La malaguenya de Barxeta», a la manera desgarrada del cante jondo andaluz («¡dale ya, Manué!»).

Un vídeo muy singular.

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